Pues, no. No he abandonado el blog los últimos días por
pereza, sino por avatares de un DNI anticuado. He estado en el dique seco o en
el taller de reparaciones que también es metáfora adecuada a la marginación
forzosa por arrechuchos inesperados. De pronto me quedé sin vista en el ojo
derecho. Como Padilla. Pero sin la gloria épica de una cogida en el ruedo.
La cornada me la dio al parecer la consecuencia de una ingesta
incorrecta o excesiva de medicamentos para la disminución de la presión
arterial y la fluidez de la sangre, necesarios como protectores tras la
implantación de stents que me originaron una hemorragia intraocular y ésta a su
vez, el desprendimiento de la retina.
No hace mucho, esto era un accidente grave que precisaba
una cirugía urgente seguida de un postoperatorio cruel. El paciente debía
permanecer acostado boca arriba durante meses. Una consuegra mía estuvo así
durante más de noventa jornadas interminables.
Hoy, se resuelve en poco más de una semana y el afectado
puede sustituir ese tormento de Tántalo mirándose siempre los cordones de los
zapatos y durmiendo boca abajo.
Eso es lo que he tenido que hacer y hoy me han dado el alta.
Tengo, pues, un deber de agradecimiento a los fenomenales
especialistas de oftalmología del Hospital San Juan de Dios del Aljarafe que
particularizo en la doctora Purificación Piñas que me operó con su pericia y
profesionalidad ejemplares.
Iba a escribir sobre otros temas que parecen de más
actualidad como el de los incendios del que, con sonrisa forzada, nadie puede
decir que no sea una cuestión candente... y de la necesaria reforestación de lo
quemado... y de la exigencia a políticos y autoridades en ejercicio del
cumplimiento de sus promesas para que no se recalifique ni un palmo de lo
perdido...
De todo eso podría escribir y tal vez lo haga mañana o
pasado. Hoy me ha parecido un inexcusable deber de reconocimiento y cortesía
resaltar la conducta, la preparación y la eficacia de este servicio de nuestra
sanidad pública. Para que veas.