lunes, 28 de enero de 2019

PREOCUPACION



Pues la verdad era que se notaba distinto, raro. Y no le dolía la cabeza. Ni tenía fiebre. Ni se les arrastraban en el oído las últimas palabras agrias del cambio de impresiones con su pareja. Y no le molestaba nada.

Se asomó al ventanal que daba a la gran avenida y le pareció oscura. Con las luces de los faros de los automóviles dibujando oscilantes curvaturas ante ellos. El alumbrado urbano funcionaba aun y el día se anunciaba claro con un cielo que estiraba el azul como un velo transparente por encima de azoteas y tejados. Pero él había creído ver una amenazante nube negra colgada sobre el horizonte.

Al entrar  en el edificio, antes de llegar al ascensor, le había parecido que el portero uniformado que le saludaba servil cada mañana y le ofrecía el mazo de periódicos del día, se había levantado perezosamente de su asiento con menor prontitud que otras veces y  su sonrisa habitual había sido sustituida por una indefinible mueca.

Reinaba un silencio extraño. Como premonitorio de un gran estallido.

Podría comentarlo con su jefe cuyo despachó se abría unos metros más arriba del pasillo, pero lo dejaría para más tarde. Consultó su reloj. Era temprano. Su jefe solía llegar mediada la mañana.

De pronto se sorprendió. Percibió su inconfundible carraspeo. Qué raro. El todopoderoso director de aquel negociado había llegado antes que él. Eso no había sucedido nunca.

Se sentó ante su mesa y encendió el ordenador. Mientras se calentaba la pantalla, abrió el primer rotativo que distraídamente había dejado encima y comprendió que en la primera página aparecía la respuesta que justificaba su creciente alarma.

¡Qué cabeza la suya!.. Había olvidado que se habían celebrado elecciones y su partido por primera vez en casi cuarenta años las acababa de perder.


viernes, 25 de enero de 2019

DE MEDALLAS, TÍTULOS Y DISTINCIONES.



Yo también me sumo a la corriente que se va convirtiendo en caudalosa generada por todos aquellos que piden una medalla para Antonio Burgos, ausente año tras año en el listado de distinguidos con este honor por la Junta de Andalucía.

Lo hago desde este modestísimo rincón y me apoyo en los razonamientos de José Joaquín León  que va más lejos y en  su artículo de ayer en el “Diario de Sevilla”  recoge este clamor popular y lo eleva a la máxima categoría, la concesión del título de Hijo predilecto.

Estamos ante una consecuencia más del reciente vuelco electoral en Andalucía. Cuando los que mandan tienen que irse, los que están con ellos se ven obligados a marcharse también y las concesiones y las prebendas se acomodan a los gustos de los que llegan.

Las medallas y distinciones del 28 F, dice José Joaquín, deben incluir a los que hasta ahora han sido castigados con un vergonzoso y partidista olvido y añade que  la Junta no debe concederle una medalla, sino nombrarlo Hijo Predilecto de Andalucía, su máxima distinción. 
Igual que lo nombraron Adoptivo en Cádiz, en tiempos de Teófila. Se lo merece desde hace muchos años. Y no sólo porque sea un gran periodista, un maestro de generaciones de articulistas, sino por su importancia para forjar la conciencia de Andalucía.

Pienso lo mismo. Y, por eso lo recojo aquí. Me consta que no soy el único que lo hace. José Ramón del Río, en el mismo periódico, se manifiesta de una forma similar.

Por sí solo, ya esto es un premio. A Burgos le han podido faltar las distinciones de ciertos políticos y los afectos de algunos manipuladores sectarios del pensamiento, pero siempre ha contado con la fidelidad de los que compran todos los días el periódico para leerle. Este sí que es un premio libre de adherencias impuras.

Ahora se va viendo que además disfruta de otro que está reservado a pocos elegidos: que lo refrenden a boca llena los compañeros de profesión.

domingo, 20 de enero de 2019

LA TIERRA DONDE NACI




Desde la conformación del nuevo Parlamento de Andalucía el pasado dos de diciembre, con la encadenada serie de acontecimientos que han generado la convulsión política que estamos viviendo, no hago más que pensar en mi condición de sevillano y andaluz.

Y como las dos editoriales que últimamente publicaban mis escritos desaparecieron, una porque falleció el hombre que la había creado y la estaba dirigiendo y la otra porque entró en concurso de acreedores que es como ahora se llama a lo que siempre entendimos como suspensión de pagos, no me queda otro remedio que valerme de mis propios recursos si quiero contemplar en letra impresa el fruto de mis cavilaciones.

Me ha servido el Canto a Andalucía que hace el mayor de los hermanos Machado. Y digo esto:

Desde Córdoba a Granada
y de Huelva hasta Almería,
la belleza coronada
tiene nombre: Andalucía.
Su corona guarda gemas
de lujosa pedrería
y ocho puntas que son lemas
abrazados a porfía.
“Cádiz, salada claridad”
Lo dijo Manuel Machado
Que no hay más luz de verdad
que, cuando llega, mojado,
un rayo puro de sol
en el rizado arrebol
de un mar azul y salado.
Córdoba calla y medita
en silencio y soledades
con un frescor de Mezquita
donde Dios mueve bondades.
Y Granada sigue oyendo
el largo llanto escondido
de ese regato perdido
que el tiempo va descubriendo.
Málaga canta y se asoma
a su costa soleada.
Almería sigue dorada.
Y Jaén es la paloma
de su plata olivarera.
Queda Huelva en la ribera.
Su mar inquieto desvela
secretos de carabela
anclados siempre en su orilla,
Y Sevilla...
Ocho ciudades a modo.
En una tuve mi cuna.
Bonita como ninguna
y, de las ocho,  semilla
porque mi cuna es Sevilla.
Con eso está dicho todo.

jueves, 17 de enero de 2019

VOX Y EL NUMERO PI




Yo no suelo escribir de política entre otras razones porque, como dice mi kiosquera, a mí la política no me da de comer. Pero no he podido evadirme del desbordamiento mediático con motivo de las últimas elecciones andaluzas y, en el transcurso de la transmisión de los discursos previos a la elección de presidente, anoté una curiosa anécdota que voy a traer aquí.

Estaba en el uso de la palabra el ex juez Serrano, parlamentario que representa, como portavoz, al nuevo partido y recordó  una frase del apóstol Juan :”... porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su Hijo Unigénito para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna”

Y añadió la localización de la cita: Juan, tres, catorce.

Se oyó entonces una voz que le corregía: dieciséis. Y repuso de inmediato el juez: 
Correcto.

Efectivamente el texto se halla en el Evangelio de San Juan, capítulo tres, versículo dieciséis. Pero dicho ello de corrido el final conclusivo es Juan, tres, catorce,  dieciséis. O sea que si hubiera traducido: Juan, número pi, habría quedado divinamente.

Juan, el apóstol galileo, hijo del Zebedeo y Salomé, uno de los primeros que siguieron a Jesús y fue testigo del primer milagro del Redentor, se ha colado así entre los intervinientes de las históricas sesiones parlamentarias  recientes y lo ha hecho con dos momentos para figurar en la relación de sus curiosidades.

Pi, como podemos recordar de nuestro paso por el bachillerato, es un número irracional que se obtiene dividiendo la longitud de un círculo entre el tamaño de su diámetro. Se usa en matemáticas y geometría y no es ninguna figuración literaria.

Las afiladas y gallardas plumas que hacen la crónica de esta cámara representativa habrán querido ver en su inesperada presencia un augurio de los equilibrios trigonométricos que los políticos electos tendrán que hacer para mantenerla en el futuro.

lunes, 14 de enero de 2019

JULIO FONT Y LA SAETA DE “SOLEÁ DAME LA MANO”



Interesante el artículo que publica José León Calzado en ElCostal.org.

Su lectura me ha servido para evocar la desmedrada figura de Julio Font de Anta. El hermano abogado del inmortal autor de Amarguras, embutido en las mañanas frescas del invierno en una gabardinilla cuya efímera cobertura incrementaba con una bufanda anudada al cuello cuando caminaba rumbo al Palacio de Justicia por la calle Baños.
Julio era un pedazo de pan. Pero su gesto disentía bastante de esta apreciación. Era hombre de semblante malhumorado y daba la impresión de que reservaba los peores denuestos para quien osara discutir sus afirmaciones.

No le vi nunca intervenir en los Juzgados, pero debía imponer un saludable respeto a sus compañeros a los que se enfrentase en un juicio.

Y Julio decía que la saeta que había motivado la celebérrima partitura de “Soleá dame la mano” no era una escogida entre las que se cantaban a la Esperanza de Triana cuando el paso desfilaba delante de las rejas de la cárcel.

Los presos asomaban sus brazos y manos agitándolos entre los barrotes... gritaban... tal vez rezaban, pero ¿cantar?...

Se ha divulgado una imaginada secuencia fílmica que encuadra una multitud de ordenados presos entonando musicales saetas desde dentro de la prisión, pero es muy dudoso que fuera así.

Julio lo negaba en redondo. Los presos de aquellos tiempos eran una pobre gente que se veía encarcelada generalmente por la comisión de faltas más que por delitos. De poca cultura. Y de menor apego a la expresión musical de los sentimientos.

Las saetas carceleras no abundaban ni se generalizaban tanto como puede suponerse.
Manuel Font de Anta, mientras pasaba la Virgen, escuchó una saeta. La que corresponde a la letra divulgada ampliamente que el anotó  y llevó a la cabecera de su partitura. Ninguna otra. Esa. Nada más. Y la cantó un muchacho que se llamaba Paco y todos conocían como Paco el Arenero.

Tras decir esto Julio te miraba retador. Y tú no tenías más remedio que asentir si no querías exponerte a una situación incómoda.