Desde la conformación del nuevo Parlamento de Andalucía
el pasado dos de diciembre, con la encadenada serie de acontecimientos que han
generado la convulsión política que estamos viviendo, no hago más que pensar en
mi condición de sevillano y andaluz.
Y como las dos editoriales que últimamente publicaban mis
escritos desaparecieron, una porque falleció el hombre que la había creado y la
estaba dirigiendo y la otra porque entró en concurso de acreedores que es como
ahora se llama a lo que siempre entendimos como suspensión de pagos, no me
queda otro remedio que valerme de mis propios recursos si quiero contemplar en
letra impresa el fruto de mis cavilaciones.
Me ha servido el Canto a Andalucía que hace el mayor de
los hermanos Machado. Y digo esto:
Desde Córdoba
a Granada
y de Huelva
hasta Almería,
la belleza
coronada
tiene nombre:
Andalucía.
Su corona
guarda gemas
de lujosa
pedrería
y ocho puntas
que son lemas
abrazados a
porfía.
“Cádiz,
salada claridad”
Lo dijo
Manuel Machado
Que no hay
más luz de verdad
que, cuando
llega, mojado,
un rayo puro
de sol
en el rizado
arrebol
de un mar
azul y salado.
Córdoba calla
y medita
en silencio y
soledades
con un
frescor de Mezquita
donde Dios
mueve bondades.
Y Granada
sigue oyendo
el largo
llanto escondido
de ese regato
perdido
que el tiempo
va descubriendo.
Málaga canta
y se asoma
a su costa
soleada.
Almería sigue
dorada.
Y Jaén es la
paloma
de su plata
olivarera.
Queda Huelva
en la ribera.
Su mar
inquieto desvela
secretos de
carabela
anclados
siempre en su orilla,
Y Sevilla...
Ocho ciudades
a modo.
En una tuve
mi cuna.
Bonita como
ninguna
y, de las
ocho, semilla
porque mi
cuna es Sevilla.
Con eso está
dicho todo.
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