La trigésima edición de la fiesta del cine ha visto
desfilar a cuatro actores oscarizados, los españoles Penélope Cruz y Javier
Bardem, y los extranjeros Tim Robbins y Juliette Binoche además de a numerosos políticos
(qué le vamos a hacer) y a muchos
personajes televisivos.
También nos deja imágenes irrepetibles como la de Vargas
Llosa, primer premio Nobel que asiste a la gala, junto a Isabel Preysler.
Creo que no ha defraudado a quienes esperaban un éxito,
aunque menudeen las inevitables censuras.
Tras la emisión de parte de la alfombra roja, por
ejemplo, TVE ofreció el telediario y a continuación “Informe Semanal”
considerando de mayor valor las imágenes grabadas del programa por encima del acontecimiento que daba en directo.
Torpe decisión ampliamente censurada en las redes sociales.
Ello provocó, dice el portal Vertele, un alud de críticas
por no priorizar la fiesta de nuestro cine.
Añade además que Pepón Nieto se enfadó con el reportero
de RTVE que lo estaba entrevistando… que Isabel Coixet igualmente mostró su disgusto por
el vídeo que la parodiaba… y que, por si fuera poco, hubo otros descontentos
conocidos y por conocer…
Falta de clase, que diría nuestra recordada Duquesa de
Alba.
Minucias. Lo importante es que el cine español se viste
de lujo en esa noche aunque sea de oropel y luces prestadas, que muchos de los
rutilantes asistentes tienen que devolver sus smokings al día siguiente donde
los alquilaron y, por encima de comentarios paupérrimos e injustos de los de
siempre, es una industria cultural ascendente que sitúa a nuestros
profesionales del Séptimo Arte a la altura de los mejores que pululan por el
firmamento de las estrellas.
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