Cuando hay toros no hay toreros y cuando hay toreros no
hay toros que decían los aficionados antiguos.
La corrida de Jandilla Vegahermosa no valió un duro. (Un
Euro diríamos hoy sin entretenernos en hacer el cambio).El mismo ganadero reconoció honestamente en una entrevista la
escasa calidad del encierro. Pero ofreció un momento mágico. Cuando toreaba de
muleta el Juli y la banda tocaba Suspiros de España.
La Maestranza como recinto sonoro presenta unas
condiciones excelentes y la banda se halla situada en un lugar apropiado. Los
sones de la inmortal partitura rubricaban el magnífico quehacer del espada ungido
en loor de multitudes después de entretenerse el otro día en cortar cuatro
orejas y perdonar la vida a un toro.
En esta ocasión, no concedió el presidente el apéndice
auricular en un exceso de rigor y
demostración de ignorancia porque el Reglamento dice que hay que dar la primera
oreja cuando el público la pide mayoritariamente como así fue , pero da igual.
Cuando los comentaristas de la tele nos hacían el favor
de guardar silencio el espectáculo visual y sonoro resultaba memorable.
De haber asistido al festejo aquel Stravinsky, compositor
ruso que exclamara “estoy viendo lo que estoy oyendo” cuando se encontró con un
pasopalio al que llevaban sus costaleros a los compases de “Solea dame la mano”
volvería a pronunciar una frase parecida.
La música en los toros es imprescindible. En esta faena
de muleta del inconmensurable Julián López
volví a ratificarme en esta aseveración. Caían sobre el albero de la
plaza las inspiradas notas del maestro Álvarez Alonso mientras el Juli ponía
sentimiento y maestría interpretando el nuevo toreo, ese que describía Ponce en
una conferencia diciendo que los tiempos taurinos ya no son los clásicos de
citar, parar, templar, pasar y ligar porque los dos primeros han sido sustituidos
por enganchar por abajo y dominar a la res si esta es brava y humilla.
El Juli sabe hacerlo. El público sabe apreciarlo. En
Movistartoros un momento mágico e
irrepetible.
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