Como doña Cristina Cifuentes es alta, rubia y autoritaria
nunca me ha atraído mucho, la verdad. A medida que me voy haciendo mayor me
siento más inclinado por las morenas y me repelen los desplantes y no digamos los gestos desabridos de las
féminas como me parece que a la mayoría de los españoles.
Sin embargo, por el lío este que se ha formado a cuenta
de su máster mi curiosidad se ha despertado y más al conocer las últimas
revelaciones divulgadas de inmediato por los espacios sensacionalistas de los
medios audiovisuales.
Empecé preguntándome qué necesidad tenía esta mujer de
meterse en un embrollo semejante, pero luego los interrogantes me surgieron en
cascada. ¿Cuántas trampas más tiene este máster ? ... ¿Es el único que se
despacha así?... ¿Qué títulos tiene Pablo Iglesias?... ¿Estaría dando clases en
la Complutense si el rector no hubiese sido hijo de Santiago Carrillo?
¿Devolvió Errejon el dinero que había percibido
indebidamente? ¿Qué sucede en otras universidades?... ¿Están todos los
políticos hispanos que alardean de titulación universitaria seguros de sus
títulos?
Y, mientras tanto, unos jueces alemanes, en un peligroso
ejercicio de arrogante superioridad, enmiendan la plana a la Justicia española,
uno de los sustentos inviolables del trípode de nuestra democracia, como si
acabáramos de incorporarnos al desarrollo político de los pueblos europeos
ayunos de experiencia y preparación.
“Por entre unas matas, seguido de perros, no diré corría,
volaba un conejo” Es una fábula. La escribió Tomás Iriarte. Conviene recordarla
ahora.
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