Me parecen muy meritorios los trabajos periodísticos que
se están haciendo tras los sucesos de la última Madrugada. Y me devuelven a
aquella del año dos mil en la que yo iba todavía de maniguetero en el paso de
la Virgen de la Presentación de mi Hermandad del Calvario y viví la insólita e
inesperada sorpresa aterradora de la noche alucinante.
Lo ocurrido dio para que corrieran auténticos ríos de
tinta y perdóneseme la manida metáfora, desvaída en esta ciudad en que tantos
cultivadores de la pluma convertida en ordenador las muestran recién paridas
como fruto de su creatividad.
Apenas me desvestí la túnica, me dediqué a recoger lo más
destacado de lo que se publicó en la prensa, la radio y la televisión de
aquellos días, a lo que añadí los informes de las hermandades afectadas,
algunos testimonios relevantes y los dictámenes oficiales.
Con todo publiqué “Madrugada de pánico” un libro que se
agotó entonces y que fue seguido de tantas y tan destacables nuevas
aportaciones que me llegaron sin petición previa que hube de incluir un
capítulo adicional en mi siguiente obra.
No hubo más. Las autoridades judiciales dieron carpetazo
al asunto por falta de presuntos acusados sobre los que hacer caer el peso de
la ley.
Y así hemos seguido hasta hoy. Sabemos qué paso. Pero no
conocemos los culpables.
Se aventuran soluciones aplicables en el futuro pero se
equivocan los objetivos. La culpa no es de los protagonistas sino del público
espectador.
Aunque repugne al análisis religioso del fenómeno
cofrade, hay que considerar que las procesiones penitenciales constituyen un
espectáculo que las hermandades regalan a la ciudad. Y de esta sucesión de
representaciones escénicas el cartel que suscita una mayor afluencia pública es
el de la Madrugada. Supongamos que los seis actos que la conforman se
interpretan en el mismo escenario y que los espectadores que abarrotan el patio
de butacas, a los que se han regalado
las entradas, no se saben comportar:.. Gritan, rompen los asientos, molestan al
resto de los asistentes... ¿Qué es lo que hace el empresario?...
¿Identificarlos, denunciarlos y expulsarlos del local?... No. Pedir a los actores
que modifiquen la representación.
Esto no se comprende. Esto es demencial. Pues el que
quiera entender que entienda.
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