¡Estoy
apañado! Todavía no he conseguido dominar el teclado de mi móvil ni hacerme una
foto en compañía de Mamen Mendizábal, la presentadora de la Sexta, para
presumir de selfi y de acompañante y aparece un artículo en la edición de un
periódico importante en Internet afirmando que esas redes sociales en las que
mi torpeza me obliga a mantenerme al margen están llamadas a desaparecer.
¿Qué
hago yo ahora, Dios mío?
No
me importa mucho dejar de engancharme al tranvía de Twitter que me pareció
siempre una red social bastante inútil donde puede penetrar en tu intimidad un
grupo de gente desconocida en la que se mezclan
tus simpatizantes, pero también aquellos entrometidos que no te votarán nunca para que te den ese premio
literario al que vienes aspirando desde que te
dio la manía de juntar palabras para aprovechar el tiempo libre.
Twitter
y Facebook están en crisis, dicen. El valor en alza se llama Médium.
Agradezco
la información. Eso me evita perder el tiempo tratando de dominar un sistema decadente. Afirman que ha nacido
como híbrido entre los blogs y las redes sociales y está llamado a convertirse
en un procedimiento de difusión de gran calidad que fomenta el debate.
¡Horror
de horrores! ¿El debate también aquí?... Desde que los administradores
financieros de las distintas cadenas televisivas se dieron cuenta de que un
debate ante las cámaras es mucho más barato que el capítulo de una telenovela,
las filas de los actores en paro ante las oficinas de empleo se han engrosado, en tanto que los estudios se
han ido llenando de gesticulantes y redichos personajillos que opinan de lo
divino y lo humano con el mayor desparpajo.
Si
el debate llega al recién nacido sistema,
me partirá por el eje. Por el Médium, claro.
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