Las últimas imágenes que se quedaron congeladas en mis
retinas fueron las luminosas y optimistas del gran espectáculo que montó Antena
tres para celebrar su veinticinco aniversario.
Las primeras con que se inauguró la mañana siguiente, las
del fallecimiento del hombre que en verdad hizo posible, desde la raíz, esta
feliz aventura de las ondas, José Manuel Lara Bosch.
Inevitablemente se me vino a la memoria la historia de
aquel cofrade que, por primera vez, iba a salir en su hermandad acompañado de
su hijo. Ambos miraban en el salón de su casa las dos túnicas dispuestas y los
capirotes enfundados en los antifaces un tanto cariacontecidos porque una
preocupante circunstancia familiar se interponía en el disfrute del momento: la
suegra, a la que, poco tiempo atrás, se había diagnosticado una enfermedad
incurable, se había agravado. Ya había sido atendida por el médico de urgencia que se había mostrado
pesimista y aunque se estaban siguiendo al pie de la letra sus recomendaciones destinadas
a conseguir mejoría, ésta no llegaba. Muy al contrario, la mujer parecía
agravarse a cada instante.
Las miradas del padre y el hijo iban con temor desde las
perchas de las que colgaban sus atuendos nazarenos hasta la puerta del
dormitorio de la enferma. Aún faltaba mucho para la salida de la cofradía, pero
el hombre no pudo más y dijo al niño:
--Anda hijo, vamos a vestirnos que tu abuela es capaz de
darnos la tarde.
Y así aparecieron en el templo lo menos ocho horas antes
de que saliese la cruz de guía.
Aquí no ha habido que adelantar nada Porque el programa
especial denotaba con su perfección y ajuste que había sido preparado con la
necesaria anticipación.
Y así ha discurrido la vida de este empresario, hijo de
un andaluz de El Pedroso, apellidado Lara y de una catalana apellidada Bosch. Él
lo dijo muchas veces: en Cataluña se sentía andaluz y en Andalucía, catalán.
Ciudadanos así resultan en la actualidad absolutamente necesarios.
No había heredado la locuacidad, el gracejo y la
inventiva de su progenitor al que entrevisté numerosas veces, pero sí muchas
otras de sus virtudes que, conjugadas por la aportación materna, le dieron la
cochura necesaria para triunfar en el mundo de la empresa.
Muchos así hacen falta hoy, y más aún para llenar el
ancho hueco que deja. Lara Bosch se ha ido cuando resultaba más imprescindible.
Descanse en paz.
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