Los de la radio hemos estado siempre
más pendientes de la expresión sonora de las palabras que de su versión escrita.
Me hacía recapacitar en ello un viejo profesor al corregirme un texto en el que
yo había escrito Pablo sexto en vez de Pablo VI. Pero eso es lo de menos, me
dijo, en Madrid donde vivo hasta los empleados de los autobuses del servicio
público llaman a la plaza que ostenta el nombre del fallecido Papa la plaza de
Pablo ví.
Me acordé de esto la otra tarde
cuando, en un concurso que emite una de
las cadenas generalistas de mayor audiencia, preguntaron a un participante cuál
de los Reyes Magos llevaba como regalo una botella y su respuesta fue que el
tercero, Baltasar, lo que confirmó el presentador añadiendo que era una botella
de cerveza.
Este inculto confundía la mirra que,
según la tradición portaba el rey negro, con la birra que llaman los italianos
a la rubia espumosa que se enraizó en Sevilla como Cruzcampo.
La incultura que llega a los medios
de comunicación es alucinante. ¿Cómo explicar a quién con tanta frivolidad no
se avergüenza de su desconocimiento que la mirra era un ungüento que aplicaban
a los muertos en aquel tiempo?
El Rey Mago negrito que tantas
simpatías suscita hoy era un malange. Tenía mal fario. Quería significar con
esta ofrenda que el Niño al que iban a adorar moriría joven. ¡Menudo regalo!
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