Tuve que acudir al Internete y entrar en la programación
prevista de la tele. Mi agenda personal me convocaba a la cita anual con los
soldaditos del Dia de las Fuerzas Armadas pero la pantalla de la Uno a lo sumo
me invitaba a soldaditos de Pavía de la mano de los concursantes cocineros del
Master Chef y la Dos ni eso.
Confirmé mi sospecha y me dispuse a marcar el paso
sentado en mi habitual sillón esperando la transmisión prevista para las doce.
El programa empezó tarde después de unos alargados e
insoportables minutos de promo y con voz de mujer que nos saludó, a nosotros y
al ministro Morenés, en funciones como responsable de los Ejércitos, al que
hizo una entrevista que nos largó a los telespectadores sin anestesia previa.
Luego llegaron el Rey y la Reina. Monísimos. Mi santa
vino a sentarse a mi lado y lo rubricó ponderando la altura del monarca y el
excelente papel de reina consorte que desarrolla doña Leticia. Como todos los
años. Pero a partir de ahí la parada militar careció de antecedente previo. Lo
que vimos después no era en nada homologable con lo mostrado en años
anteriores.
Esta vez tocaba un desfile modosito, de low cost que se
lleva mucho para los vuelos de turistas sin blanca. Una parada castrense
baratita como para cumplir el expediente.
Nada de Zapatero quedándose sentado ineducadamente
mientras pasaba ante sus narices la enseña nacional… nada de paracaidista
aterrizando con la bandera desplegada… nada de la cabra de Legión.
Los fusileros apuntaron al aire y dispararon las salvas
de ordenanza mientras cruzaban el cielo los reactores de la escuadrilla Aguila
que siguieron volando como palomas que escapasen de cazadores sin puntería.
Se recordó a los que dieron su vida por la Patria y se
cantó “La muerte no es el final”. La entrevistadora de Morenés, que comentaba
en off, recordó que la letra era del sacerdote Cesáreo Gabarain. No añadió que
es el himno que entona el Ejercito español en el ceremonial de homenaje a los caidos que también cantan los legionarios en la Semana Santa malagueña cuando llevan al Cristo de la Buena Muerte.
Don Felipe demostró que se sabe la letra y las cámaras
hicieron bien recogiendo el movimiento de sus labios.