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Están felices y no es para menos. Este año se celebra el
Toro de la Vega en Tordesillas el pueblo vallisoletano celoso de sus
tradiciones medievales, pero con los retoques que acordó la Junta de Castilla y
León el pasado mayo para adaptarlo a los tiempos que corren. Un Toro de la Vega
descafeinado que los pertenecientes al Partido Animalista atribuyen a sus
protestas.
Por eso se han manifestado en la Puerta del Sol de Madrid
y, envalentonados, no han parado de
gritar “Tauromaquia, abolición” exigiendo el fin de los encierros y las
corridas de toros.
Siempre con lo mismo. Qué lata. Y mientras tanto tres
colectivos de animales que se supone han de poseer los mismos derechos
constitucionales que el ganado bravo, olvidados de Pacma, que así se llama el
partido que agrupa a estos manifestantes: los pollos los pavos y los caracoles.
No se acuerdan de los pobres machos del ganado avícola,
engordados desde que nacen para luego retorcerles el cuello y servirlos a la
brasa. Los pavos, además, emborrachándolos antes de la ejecución, sin
preguntarles siquiera si son abstemios, o no.
Y tampoco se dignan mostrar pancarta alguna pidiendo se
anule de una vez por todas el horrendo sacrificio de los caracoles, sometidos a
la atroz tortura de agruparlos en una cacerola y asarlos en agua hirviendo
antes de servirlos como complemento de una cerveza fría.
¿Habrá en el mundo un procedimiento más letal para acabar
con la vida de esos pobres animalitos?
Pues, nada: Los del Pacma, sin enterarse.
A lo mejor ahora corrigen este olvido. Los gritos y las
pancartas con las leyendas que reivindiquen la abolición de los pollos asados y
la supresión de las tapas de caracoles contribuiría mucho a que la ciudadanía
empiece a creer en sus buenos propósitos.
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