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Lo estamos viendo. Los políticos siguen a lo suyo. Que no
es lo nuestro. Mantienen sus posturas, que no salen del cerrilismo. Y siguen
aferrados a sus poltronas sin importarles un bledo los intereses de la
colectividad a la que dicen representar.
No cumplen con su obligación. No saben abandonar el
callejón sin salida al que han conducido con sus egoísmos y torpezas la cosa
pública. Y encima se ríen.
Las fotos de los líderes de las principales formaciones
paseando con los candidatos a las próximas elecciones autonómicas, contentos
con ellos mismos, satisfechos de su postura y de su impunidad, dan asco.
Me han dicho que hay una corriente cívica que pretende
negarles el sueldo hasta que resuelvan el problema. Es lo menos que una
sociedad responsable y seria puede hacer. Lo malo es que dudo mucho de los
medios para llevar a cabo este correctivo.
Posiblemente sea injusto meter en el mismo saco a todos
los que ocupan asiento en el Congreso de los Diputados, pero ante esta
situación inamovible que son ellos mismos los llamados a resolver, es inevitable
que se produzca el ambiente de repulsa
que, hacia ellos, crece cada día en la sociedad española.
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