Esto no acabó ayer. Esto se hincha. El problema catalán,
éste problema catalán, suma de los anteriores, empieza ahora.
Permitir que la cuestión catalana haya ido agravándose
con el paso del tiempo hasta la situación que acaba de vivirse en la que los
jueces hayan tenido que enfrentarse como cuadrilla de subalternos heroicos al
toro avisado y peligroso que han sido incapaces de lidiar los espadas
anunciados en el cartel, tiene bemoles.
El resultado magnificado por los reportajes televisivos
con cargas policiales y numerosos afectados, contusionados o heridos, no lo
hubiéramos querido ver nunca. Menos mal que no hubo un muerto.
Hoy España es triste protagonista de la prensa internacional.
Y en la nacional destacan las palabras de Albert Rivera que acusa al Gobierno de
candidez por haber confiado en los Mossos.
Pero ¿qué cabría hacer si no? El intento de golpe de
estado secesionista urdido por la Generalitat era previsible que terminase así.
Ellos son los únicos culpables.
¿Y ahora qué?... Ni ellos mismos lo saben.
El andaluz que tuvo que emigrar a Cataluña en busca de
empleo porque le cerraron la fábrica donde trabajaba para ayudar a los
catalanes teme que en días próximos
vuelva a leer la noticia de la remesa de fondos extraordinarios a aquella
Comunidad.
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