Dos veces más me han mandado al móvil el famoso pasodoble
Banderita que le valió a su compositor el maestro Alonso condecoraciones y aplausos.
Todas con su letra entrañable y bella que honra la enseña nacional, roja y gualda.
“Banderita, tú eres roja. Banderita, tú eres gualda. Llevas sangre, llevas oro,
en el fondo de tu alma”...
Es una manera de significarse en contra del desafío soberanista
catalán que vaya usted a saber cómo
termina y el dinero que nos cuesta a todos los españoles. Se acaban en los comercios
las telas amarillas y rojas para confeccionar banderas constitucionales y se
multiplican estos mensajes sonoros.
Todo parece estar contagiado de este fervor patrio. Hasta
la fiesta de los toros en la Maestranza que terminó su ciclo anual con la
sangre del toricantano Rafa Serna y el
oro de los espléndidos naturales de Talavante. Es lo que queda para el
recuerdo porque no se despacha más. La floritura de los clarines lo anunció sin
palabras y los entendidos que se daban cita en los graderíos lo entendieron de
inmediato. Hasta el Domingo de Resurrección se dijeron unos a otros con las
miradas tristes.
Queda la tele. El abono de otoño en las Ventas y la feria
del Pilar en Zaragoza. Aunque alguna que otra cadena no ceja en su empeño de
denostar la Fiesta Brava.
La Sexta dedicó sus esfuerzos el otro día a pasear a una
estudiante de veterinaria por festejos taurinos populares y ganaderías de
prestigio y a conceder protagonismo a sus ideas preconcebidas sobre el maltrato
animal que suponen las corridas.
Yo me puse a pensar mientras hablaba en la crueldad que
significa meter a los caracoles vivos en agua hirviendo y azuzar el fuego hasta
que mueren, pero no tuve ocasión de recordárselo. Además Victorino hijo que la
recibió en su ganadería contrarrestó sus críticas con tan atinados argumentos
que mi culinaria reflexión no hubiera hecho falta alguna.
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