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Recupero el recado de escribir que ya no es papel y pluma
sino ordenador personal y, tras haber picado, después de las vacaciones, en el
reloj de la autodisciplina, me asomo a la actualidad y entre noticias
desconsoladoras me encuentro con ésta.
No es de última hora, pero sirve de aviso para que se
tapen las vergüenzas muchos responsables del servicio a la ciudadanía que
andaban presumiendo de eficacia cuando más valía que se refugiasen en sus casas
y se tapasen la cabeza.
Ni el superpolicía Trapero es tan superpolicia, ni la
alcaldesa Colau es tan alcaldesa. Y los dos han tenido ante sus narices un
superdelito fraguado durante meses que no han sabido ver.
Ahora ¿a quién le pide responsabilidades la parlamentaria
Cantera que tan dada es a exigirlas como hacía cuando antes de convertirse en
su señoría ostentaba las estrellas del mando militar?
Si de Barcelona me voy al Congreso sigue mi desconsuelo
por no decir mi alarma ante la escasa talla política que han demostrado en su
extemporánea comparecencia de Rajoy los
líderes de la oposición.
Se agiganta la figura del presidente del Gobierno a quien
nuestra Susana, con un radical cambio de look como aparecía el otro día en la
primera de ABC, ha pedido más dinero.
Será para compensar el que debe dejar de
percibir por el injusto e impopular Impuesto de Sucesiones.
Pero me quedo con lo de la CIA. Y me hago una pregunta
¿Qué más sabe la CIA de nosotros? ¿Conoce cómo va a terminar el desafío
soberanista catalán?
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