Llegaba el tiempo de las elecciones y el buzón engordaba
como un comilón al término de una dieta forzada.
Los partidos te enviaban su propaganda y naturalmente la
hacían seguir de las instrucciones para votar y de las papeletas de votación
para evitarte el trabajo de buscarlas en el colegio electoral y, a cambio,
asegurarse el voto.
Y, con anterioridad a todo eso, llegaba la preceptiva
comunicación de la Oficina del Censo con
la tarjeta censal en la que figuraban los datos precisos para consumar la
votación.
Eso era antes. Faltan horas para que se abran los
colegios en esta nueva llamada a las urnas y no he recibido nada de lo que
acabo de recordar. Ni yo ni el montón de familias que vivimos en la
urbanización a donde trasladé mi residencia cuando me jubilé.
Ayer me desplacé a la oficina de Correos y no supieron
proporcionarme ninguna explicación creíble.
¿Es que los partidos políticos se han olvidado de mí?, me
pregunto barruntando la tristeza de la marginación.
¿Es que la oficina del Censo electoral ha confundido mi
dirección?
Las dos interrogantes que me hago me parecen
absolutamente desquiciadas.
Y lo peor es que cosa parecida ha sucedido con todos los
que estamos censados en la urbanización, ubicada a la orilla de la población
donde hoy habito.
Hay más.
--En mi calle ha ocurrido igual – me dice un vecino cuyo
domicilio se halla en el pueblo mismo, con el que coincido cuando visito a
mediodía la Peña del Cid.
O sea que no estamos solos. La anomalía se extiende.
En Salteras. En la Urbanización Virgen de la Oliva que se
alza a un kilómetro de su caserío y en el pueblo histórico, en la calle
Velazquez, Correos no colabora a las próximas elecciones al Parlamento de la
Junta de Andalucía.
No es cosa de culpabilizar. Pero esto es una seria
anomalía. Correos es una sociedad de titularidad estatal al servicio de los
ciudadanos y se paga con nuestros impuestos.
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