viernes, 29 de marzo de 2019

POPULARIDAD HEREDADA



Ya me sucedió una vez. Tomé un taxi y el conductor trabó inmediatamente conversación conmigo dando inequívocas muestras de que me había reconocido. Me sentí halagado. Seguí el curso de su charla durante todo el trayecto y al pagar entendí que debía mostrarme generoso para culminar esta situación con una sustanciosa propina y fue entonces cuando el locuaz taxista me desarmó por completo al decirme a modo de despedida.

--Muchas gracias don Matías. Estoy muy orgulloso de haber llevado en mi taxi a don Matías Prats.

El otro día fue en un restaurante en el que entramos a mediodía mi mujer y yo tomando asiento en una mesa que divisamos en un ángulo del local a la que llegamos tras haber cruzado por el mismo.

De inmediato un matrimonio joven con dos niños que comían cerca cuchicheó mirándonos y dijeron algo a los chiquillos que se volvieron hacia nosotros mirándonos con curiosidad infantil.

Como en  el caso del taxista, torné a sentir el pueril orgullo de ser conocido que me duró hasta que la familia terminó su yantar y, al pasar a nuestro  lado, me dijo ella con una divertida sonrisa:

--Saludos a su hijo Antonio. Dígale que todos los viernes vemos el Palermasso.


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