Por una vez me voy a meter en el terreno de los analistas
políticos, aunque corro el riesgo de que me miren como gallina en corral ajeno.
Que me consta que éstos son muy suyos y
no suelen ver con buenos ojos a los invasores de ese recinto creado por ellos
mismos, con el que se ganan la vida en los medios periodísticos audiovisuales.
Hoy, me parece obligado. Y lo hago partiendo de una frase
que escuché a Santiago Abascal, el líder de Vox, apenas se cerraron las urnas
en su intervención triunfal ante cámaras y micrófonos. La derechita cobarde,
Abascal dixit, de donde él procede, ha sufrido un tropezón cercano al batacazo.
Pero Abascal calla que sin la cobardía que el atribuye al partido conservador,
su formación permanecería inedita.
La Democracia es el peor de los sistemas de gobierno, con
excepción de todos los demás, que dijo Sir Winston. (Churchil, off course).
Acabamos de vivir una jornada de votaciones en la que aumentó considerablemente
el número de votantes y se desarrolló sin ningún incidente digno de mención. O
sea que ha triunfado la Democracia.
Las urnas han puesto de manifiesto que el león de Abascal
no era tan fiero. Cosa que habrá tranquilizado mucho a los que veían en el
tejado su plato cotidiano de lentejas a cambio de su pertenencia al partido
triunfador. Pero también han seguido demostrando otras cosas que, por sabidas,
tal vez fueron olvidadas. Y es que la mayoría se sitúa en el centro. Centro izquierda,
PSOE, o centro derecha, Ciudadanos. A estas formaciones corresponde hoy
interpretar la deriva y actuar en consecuencia.
Alguien levanta la voz pidiendo la dimisión de Casado a
causa de los negativos resultados del PP.
No seré yo quien lo haga. El Congreso perdería un formidable
parlamentario. El no tiene la culpa de los errores del pasado. La tibieza para
tomar medidas que hubiera amparado la mayoría que ostentaba su partido, no tuvo
nada que ver con su labor personal que empezó mucho más tarde.
Ahora estamos en una situación incómoda de la que
conviene salir cuanto antes. Yo no veo al coleta como ministro de asuntos
exteriores, ni a los catalanes que quieren romper España formando parte de su
gobierno.
Vamos a ver como resuelven el final de la partida.
Por de pronto Sánchez y Rivera rubrican el primer acto asomándose
al escenario cada uno en una esquina. Es lo obligado. Lo que manda el manual.
Como las parejas antiguas que pelaban la pava. Ya se acercarán.