Innecesaria, absurda, malintencionada y bien pagada.
Así me parece la modificación que han hecho al logo del
Servicio de Correos y Telégrafos que sigue siendo una empresa estatal y que,
por lo tanto, le pertenece tanto a usted, querido lector de estas líneas, como
a mí mismo.
Ignoro si a usted le han consultado para llevarla a cabo.
A mí, no. Y me quejo por ello y no escondo mi cabreo.
Ayer, además, me sentí doblemente agredido porque una
página publicitaria en el Semanal de ABC me decía, tras reproducir gráficamente
el nuevo diseño, “Hemos simplificado nuestro logo. Al máximo. Y, como Correos
es una marca de todos y todas, os lo queríamos contar a todos y todas”.
Preso de mi indignación y tras mirarme al espejo para
comprobar si se me había puesto cara de idiota tras la impactante lectura, hice
algunas indagaciones vía Internet y supe que el cambio se había evaluado
inicialmente en 250,000 euros y así aparecía en los pliegos del concurso
público, pero la oferta aceptada para hacerlo había costado 139,000. O sea, a
pesar de la reducción, más de 23 millones de las antiguas pesetas.
¿Por qué se ha hecho? Pues, con todo el desparpajo del
mundo, lo declaraba la flamante directora de marketing y
comunicación de la compañía, Eva Pavo, afirmando que el cambio de identidad
corporativa se presenta como "una oportunidad de visibilizar el cambio en
Correos" y para ello se opta por un logo con terminaciones minimalistas,
pero conservando la conocida cornamusa acompañada con una corona en la parte
superior”.
Tuve que volver al espejo y comprobé con alivio que aún
no se me había puesto cara de imbécil.
El minimalismo es una corriente artística que sólo
utiliza elementos mínimos y básicos. Por extensión, en el lenguaje cotidiano, se
asocia el minimalismo a todo, leo en Internet.
Todavía vive el creador inicial de la enseña, José María
Cruz Novillo, que la ideó en 1977 posiblemente cuando trabajaba como jefe de
estudio en la Agencia de Publicidad Clarín, a quien parece que han compensado
con el atentado que el arreglo perpetra contra sus legítimos derechos de
propiedad intelectual,con el nombramiento de cartero honorario, un
reconocimiento que solo se ha entregado en seis ocasiones anteriores a personas
como la Reina Doña Sofía, Camilo José Cela y Antonio Mingote.
Supongo que a la Reina se lo darían cuando nada hacía
suponer que se producirían estos últimos arreglos porque ¿saben una cosa?... el
logo inicial se describía como “una corona real española sobre una cornamusa”. El
modificado como “una cruz, doble eme (de ignoto significado), una raya y
espiral” (nuevo nombre que adopta la rejuvenecida cornamusa).
Ha desaparecido la corona.
Eso parece ser la finalidad de esta chapuza.
Y encima se ha llevado un pastón el autor de la reforma.
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