A las dos y treinta y cinco fueron los almonteños por la
Virgen aquel 1997 en que, el lunes 19 de mayo,
se transmitió a través de un conjunto de televisiones locales y por vez
primera su entrada en el Santuario.
Guardo una hojilla en la que garrapateo los datos porque
yo fui el comentarista de aquel hecho histórico encabezado desde Sevilla por la
desaparecida Onda Giralda TV.
Tempranísimo. Y, por el contrario, la entrada fue muy
tarde. Casi a las cuatro. Exactamente a las quince cuarenta y seis.
Este año los registros horarios se han parecido mucho,
pero la duración total se ha reducido.
Los almonteños saltaron la reja a las dos y cuarenta y ocho y guardaron a la
Virgen en su Santuario a las doce y media.
Los rocieros antiguos miramos con nostalgia el tiempo ido,
cuando la Blanca Paloma aparecía en la puerta de la ermita al despertarse el
sol.
Sus andas procesionales están concebidas para una
procesión de día. La Virgen por la noche parece una sombra asustada llevada a
empujones de casa en casa por el real de la aldea.
De persistir esta nueva costumbre habrá que dotar a su
baldaquino procesional de alguna forma de luminotecnia. No digo yo de una
candelería de paso de palio, pero tal vez sí de candelabros de cola.
Creo que fue en 1989 cuando comenzó a anticiparse el horario de salida. Quizás un año o dos antes,
cuando no existía Canal Sur y la transmisión la llevábamos a cabo nosotros, los
del Centro Territorial de Televisión española.
Era una época precursora de los adelantos de la comunicación
televisiva. Las cámaras necesitaban un aporte de luz artificial que hoy se
juzgaría desproporcionado y, dentro del Santuario, colgaban a ambos lados de su
nave central unas perchas con focos de rodaje de cine.
Tal vez el encendido de esta instalación en los ensayos
previos acrecentase el estado de nerviosismo de los almonteños y justificase el
precipitado salto del primer adelanto sobre el horario anterior.
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