jueves, 9 de mayo de 2019

EL CID ANTES DE LA CORRIDA



Me apetecía charlar un rato con Manuel Jesús el Cid, el torero de Salteras que ha decidido retirarse al final de la temporada. Creía que era una idea acertada en la víspera justa de su última corrida en la Feria.

Me lo imaginaba recluido en el caserío de ese cortijo rodeado de encinas y toros bravos que suelen comprar los ases de la tauromaquia cuando, como él, consiguen alcanzar el final de su vida activa tras haber figurado en muchos carteles de lujo y abierto no pocas puertas grandes de los cosos nacionales y franceses, pero estaba en un  error.

El Cid no abandonaba su pueblo natal ni siquiera en esas horas históricas que hubieran acelerado los pulsos de otros. Pregunté por él en la Montera el bar y cafetería de su propiedad, que se alza a pocos metros del centro de la población y me dijo Loli, su esposa, que lo regenta, habitualmente vestida con un atuendo deportivo que la rejuvenece, que había salido a correr un rato y estaba al llegar.

No tardó mucho. Apareció ayudando a unos repartidores de cervezas y refrescos y, al término de su colaboración, que los muchachos  agradecieron mucho, se sentó a mi lado y se puso a comentar el festejo del día anterior.

Luego me dijo que se vestiría en el Hotel Colón, que aún no había decidido el traje que se pondría de los dos que acababa de hacerse, aunque probablemente optaría por uno azul y oro y que confiaba que le ayudasen los toros de su lote y el tiempo que no fuera ventoso.

Una señora del pueblo se acercó y le dio un beso. Loli le trajo una cerveza fresquita a mi mujer que pasó ante la puerta del establecimiento y se sentó con nosotros.

No había fotógrafos de revistas de colorines ni cámaras de televisión. Todo discurría con sencillez y naturalidad. Ni siquiera yo había sacado el bolígrafo para tomar nota.

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