El móvil te sirve noticias que son como puñaladas. Las
necesita para que, después de haberte enganchado con un titular, te sumerja por
la fuerza en un mensaje publicitario. O en dos. O en más, según suponga el
redactor la fuerza y duración del enganche. Luego viene el texto que muchas
veces es mentira y por eso lo han bautizado con el anglicismo de fakenews
(Bulos. Noticias falsas) Y ya por último la redacción del objeto noticiable que
en la mayoría de los casos maldita la necesidad que tenías de conocerlo.
Existen sin
embargo algunas de estas comunicaciones que te llenan de ira, de zozobra
y de malos deseos. Acabo de leer el partido de pin pon que se traen el Tribunal Supremo
y el Congreso para determinar cual está llamado a suspender a los diputados
golpistas. Pero lo peor es el complemento de las consecuencias que acarrearía
esta decisión. Porque si los infrascritos son ratificados y continúan en el
Congreso y el Senado, cada uno nos
cuesta al mes más de un millón de las antiguas pesetas.
Un pastizal, como diría
cualquier joven intérprete de serie televisiva, que pagamos los españolitos de
a pie con nuestros impuestos.
Eso a pesar de haber liado la que liaron y por persistir
en su postura antiespañola que, para mayor escarnio, han ratificado en las fórmulas
empleadas para sus juramentos haciendo clara sus intenciones de fracturar la
integridad hispana.
Cuando cierro el
móvil, vuelvo la vista a los papeles dispersos en mi mesa de trabajo y
doy con los impresos de mi declaración de la renta.
Conocer lo que me toca pagar este año de IRPF , después
de lo anterior, es uno de los ejercicios más duros de amarga realidad con los
que me enfrento en estos últimos tiempos.
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