Algo habrá que hacer. Con seriedad y
firmeza. Previo acuerdo sensato de las partes implicadas. La ciudad no puede
permitirse que grupos disparatados se reúnan en los aledaños de los escenarios
donde discurre su fiesta más popular agrediéndola con su conducta.
No se menoscaba la libertad ante la
exigencia de respeto a las más elementales normas de convivencia. Las cofradías
que discurren por un perímetro limitado de su viario urbano no deben quedar
expuestas a los desmanes y consecuencias desagradables que se desprendan de la
conducta incívica de caracterizados grupúsculos de sus ciudadanos.
Ir a ver cofradías no es citarse
para hacer botellón. Que se vayan a Sevilla Este.
Ley seca en la ciudad
penitencial. Anunciada y requerida poniendo en práctica los recursos de un
Estado de Derecho.
Hay que recuperar a toda prisa la
ejemplaridad ausente.
Y al mismo tiempo solicitarla a los
protagonistas. A las cofradías. Los nazarenos antiguos hacen mal cuando
permanecen inmóviles para presenciar cómodamente la salida de los pasos cerca
de los cuales les permiten procesionar sus bajos números en las nóminas de
hermanos.
Si las parejas de los últimos tramos
no avanzan hasta que las imágenes están en
la calle, su lugar habrá sido ocupado por el público espectador al que será difícil
desocupar del espacio que estos hermanos han dejado antes. Los pasos avanzarán
a duras penas y aquí mismo dará comienzo y empezará a crecer el retraso.
Como los cirios de cera deficiente
doblados ante el empuje del sol, la Madrugada, si no acudimos con urgencia a
resolver estos problemas, mucho más preocupantes, a nuestro modo de ver, que
los de horarios y recorridos, puede dejar de ser la noche más hermosa para
convertirse en la noche de la parafina.
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