Ha escrito mi admirado
Paco Robles que es la hora de apoyar a la presidenta en la lucha contra el
secesionismo catalán. Estoy totalmente de acuerdo. Coincido con él y me pongo a
su lado que es lo mismo que alinearme con doña Susana que se gana el
tratamiento todos los días a pulso de sensibilidad y entereza política. Aunque
esté dando carrete a la permanencia de impuestos injustos como el de Sucesiones
con el que los recaudadores de alcabalas nos persiguen hasta después de que nos
hayamos puesto el abrigo de madera.
Mariano Rajoy está
clarificando mucho las cosas. Eso de recibir a los líderes de las fuerzas
políticas, consagradas o emergentes, está haciendo que se caigan caretas y se
abandonen poses fotográficas. El regalito del libro del muchacho de la coleta
dice mucho. Y no precisamente a su favor. (Del coletudo, claro)
Hoy es el día de todos
los santos. La toutsaints que dicen los franceses. La jornada en la que debemos
acordarnos de todos aquellos que fallecieron en loor de santidad y están en el
cielo aunque no sean venerados en la tierra.
Fiesta de los
espíritus puros que no es por supuesto la de los espíritus de guardarropía
escondidos en las enlutadas máscaras del Halloween importado cuya arrolladora
estupidez tenemos que padecer entre falsos alaridos y superficialidades
incómodas.
Don Juan se abrocha el
cinto y se atusa el bigote. A él no le ha llamado Rajoy. Busca una silla y se
sienta al lado de Cayo Lara que está escribiendo una carta lastimosa invocando
su derecho de visitar también el palacio de la Moncloa.
Suena su teléfono
móvil. Al otro lado le saluda una voz conocida. Es doña Inés que, con otras religiosas
de su orden, está repartiendo platos de sopa a un puñado de náufragos que, del
mar embravecido, acaba de rescatar la Guardia Civil.
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