No entró. Tampoco lo pretendía. Amparito no llevaba a su
niño en brazos como lo hizo Carolina Bescansa. Ni buscó un asiento libre como
hicieron los diputados electos de ERC que dijeron que les daba igual porque
ellos se presentaban en un hemiciclo extranjero del que proyectaban ausentarse
cuanto antes. No aclararon si con su ausencia reivindicativa iban a dejar de
cobrar sus emolumentos, pero parece que no, que seguirán cobrando y, a lo peor,
hasta pasan dietas.
Amparito no entró porque, si lo hubiera hecho, los
galoneados ujieres de la hispana Cámara Baja, con sus barriguitas redondas y
sus perennes caras de aburrimiento, hubieran tenido que abrir hueco para una
banda de músicos con dos saxofones, un trombón de varas, tres fiscornos, cuatro
clarinetes y un bombo.
Venían de un pueblo de Valencia. Y llegaron tocando eso,
Amparito Roca que es un pasodoble taurino del que los comentaristas de Canal
Plus toros no dan nunca el nombre porque no lo saben.
Busqué entre los planos que me ofrecieron en Antena tres
los cámaras compañeros de Susanna Griso los rostros de los veteranos cronistas
parlamentarios a ver que expresión de sorpresa ponían y no dí con ninguno de
ellos. Y eso que encontraron hasta el de Juan Carlos Monedero, el amigo y
consejero áulico del difunto Chaves, el de Venezuela, que contemplaba el
espectáculo desde el gallinero.
Buen comienzo, a fe mía. Los agoreros empiezan a hablar
ya de disolución. Me gustaría que se equivocaran. Sus nuevas señorías conforman
un grupo ilusionado y enternecedor que alcanza el 62 % de la Cámara.
El vino joven se conserva muy bien en odres viejos.
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