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Aquellos que me sigan, a cuya paciente atención me
apresuro a mostrar agradecimiento, saben
que, desde que las circunstancias me obligaron a colocarme como becario de
enfermería al lado de mi santa, tengo muy abandonadas estas labores, más de
pendolista que de comentarista o informador.
Hoy las vuelvo a emprender para no perder el oficio y
porque el entorno me permite este escarceo y lo hago porque mi nieta Marta ha
aparecido esplendorosa ante mí probándose el nuevo traje de flamenca forzado
por su crecimiento interanual y me ha traído
a los refrescados recuerdos una
decimilla que escribí para la Feria de la que dije:
Farolillos de colores,
amarillo en el albero,
nombre mítico torero
campeando entre las flores.
Entre campo y mar, olores,
en un juego a cara o cruz
y un derramarse la luz,
sobre caballo y mantilla
para poner en Sevilla
todo el tronío andaluz.
Está lloviendo. Dios quiera que caiga el agua de las
nubes antes de que se cuelguen los farolillos. Pero hoy empieza el serial
taurino con un festejo ecuestre. Se mojará el albero. La lona protectora del
ruedo será la protagonista del preludio.
Este año hay novedades en la calle del Infierno. El circo
ya no es el Price de tan gratos recuerdos, sino el de la Política del momento.
Hay quien se viene apuntando no a presidir el nuevo gobierno sino a emular a
los Payasos de la Tele de los que por cierto, uno, Miliki, era andaluz de buena
ley con partida de nacimiento registrada en Carmona.
La Prensa dará sus claveles, en esta ocasión con acertado
sentido de reconocimiento a las labores benéficas y el Ayuntamiento
probablemente seguirá obsequiando a visitantes ilustres y a personajes de la ciudad.
Incluso a los pregoneros. Este año aún no he recibido la invitación.
Temo que he dejado de ser hasta personaje efímero.
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