Conocí a Benítez Carrasco, poeta, recitador y hermano de
un padre jesuita, culto y ejemplar, que vivió muchos años en Sevilla en la
residencia de la Compañía en la calle Jesús del Gran Poder, frente a la
consulta del doctor Cariñanos, ese al que bajó a asesinar la misma ETA que ahora
pasea los residuos que le quedan por foros de convivencia clamando por los
derechos humanos.
El Padre Benítez, predicador de quinarios cofrades con
verbo exquisito, y muy cercano a la Hermandad de Pasión, era el primer
admirador de ese autor de versos conmovedores que hizo de la escritura y la
declamación en público su único modo de subsistencia.
Cuando vino por aquí a visitar a la familia asistí a alguno
de sus recitales y, viéndole ante el público, casi ciego, algo torpe y
acompañado por su inseparable bastón, llegué a concluir que ese irrepetible
rapsoda andaluz solo en Méjico podía llenar las salas de fiestas cuando actuaba
al lado de los mejores intérpretes de corridos, rancheras y boleros del
momento.
Cosa parecida me acaba de ocurrir con el Pana, el
veterano matador de toros azteca, que acaba de fallecer al no poder recuperarse
de la tetraplegia que le causó en la plaza de Durango el pasado uno de mayo un
toro que precisamente se llamaba casi como él, Pan francés.
Porque Rodolfo Rodríguez no se apodaba Pana por el tejido
de las americanas que lucían al principio del recuperado régimen democrático
hispano Felipe González y sus compañeros del socialismo auténtico de aquellos
días, sino por su profesión inicial de panadero antes de aparecer en los ruedos
como espontáneo.
¡Qué versos hubiera dedicado el mejicanizado poeta
andaluz a este capricho del destino!...
Cuando se suicidó Juan Belmonte y supo la impactante
noticia tomó bolígrafo y papel y, recordando la bala que había terminado con su
vida, escribió aquello que luego se ha recitado tanto “¿Cómo pudo, cómo pudo,
con un torero tan grande un torillo tan menudo?”
¿Qué habría escrito el genial Manuel Benítez Carrasco en
la muerte del genial Pana?... Imposible saberlo. Pero estoy seguro que alguien
lo declamaría en cualquier teatro o sala de fiestas del genial Méjico lindo y
querido.
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