Desde aquellos lejano días de la bomba de Palomares no habíase
visto en la prensa un espectáculo semejante. Entonces Manuel Fraga que era
Ministro de Información y Turismo se retrató en bañador entrando en el mar que moja
la playa de ese nombre en compañía del embajador americano para demostrar que
los bañistas podían disfrutar de ella porque no había peligro alguno.
Antes un B-52, avión de las Fuerza Aérea Norteamericana,
había chocado en vuelo con el aparato nodriza que lo tenía que abastecer
perdiendo su carga de artefactos nucleares.
Todos se encontraron menos éste para cuya localización
los americanos enviaron una impactante flota de búsqueda a la que
afortunadamente orientó Paco el de la bomba un marinero almeriense que fue el que
les dijo donde se hallaba el juguetito cubierto por las rizadas olas.
La foto de los políticos en bañador dio la vuelta al
mundo y apareció hasta en el NODO. Las cosas entonces funcionaban así
Ahora Jim Torra y Artur Mas se han zambuullido en el Mediterráneo que llega a Barcelona luciendo
sus figuras no precisamente musculosas sin respeto alguno al gusto estético y
la sensibilidad de los lectores y escondiendo su bomba que no es la de
Palomares sino la de apoyar la última moción del Parlament que insiste en la
vía unilateral de creación de una República independiente.
Creo que espectáculos como éste no deberían consentirse.
Los catalanes independentistas deben quejarse porque ninguno de los infrascritos
llevaba cosido al pecho el famoso lazo amarillo y los lectores habituales de
los periódicos por no haber sido avisados con antelación de semejante agresión
visual.
Como es de suponer a la mayoría de ciudadanos españoles
que puedan contemplar la foto en los kioscos o en Internet nos importa un bledo
que los independentistas se muestren cubiertos o al desnudo, pero en uso de la
más elemental protección de nuestra sensibilidad deberían arbitrarse los medios
para que tal atrevimiento no se volviera a producir.
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