Dos de mis nietos me telefonearon anunciándome su visita.
Me encantan estos anuncios, pero esta vez, tan pronto como acabaron la llamada
me dejaron sumido en una inesperada reflexión: ¿Qué debía hacer, poner un rato
más la depuradora para que estuviese bien limpia y transparente el agua de la
piscina, o buscar en el trastero las figuritas del Belén?...
En mi larga vida no he conocido un verano como éste.
Julio además ha sido, por lo general, un
mes especialmente caluroso. Este año las temperaturas y el aire resultan
antesala anticipada del invierno. Me da la impresión de que los pájaros lo
notan también y voletean despistados.
Debe ser cosa del nuevo gobierno y, más en concreto, del
gurú de cabecera del presidente. Ahora que se han terminado los mundiales de
futbol, hay que crear un tema generalizado
de conversación que evite discutir sobre las controvertidas medidas de Sánchez.
Si estornudamos más de la cuenta y por la noche tenemos
que taparnos no solo con la sábana, sino con la colcha y hasta con esa manta
suave que nos trajimos sin darnos cuenta del avión de Iberia, Papa Noel tiene
la culpa.
El gordo norteño se ha equivocado de reno y de trineo y
ha llegado antes trayéndose los hielos en el zurrón de los regalos.
Así hablamos de él y no del acercamiento de los presos,
ni de la devaluación de la Religión, ni de los nuevos impuestos, ni de la
eliminación del diésel, ni de ninguna otra decisión del gabinete gubernamental
de carácter ideológico que puedan escandalizar a la ciudadanía.
Ivan Redondo, el gurú, sigue demostrando que se gana el
sueldo. No sabemos de qué medios se vale, pero demuestra que es capaz.
¿Qué tiene que cambiar el clima?... Pues se cambia. A fin
de cuentas, para hacer el favor Papa Noel no pedirá tanto como los catalanes o los vascos.
Cosas más difíciles se está viendo obligado a conseguir:
¿O no es nada que Sánchez haga lo que hace con ochenta y cuatro diputados y sin
pasar por las urnas?
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