Lo peor que pueden hacer los responsables de las
televisiones es poner a unos cuantos tertulianos a comentar un acontecimiento
tan importante como el acto de apertura de las nuevas Cortes.
Hoy me he acordado de don Juan Carlos y no porque el Rey
emérito protagonizara con la misma categoría que hoy lo ha hecho su hijo momentos
históricos similares, sino porque tuvo el cuajo y la oportunidad de interrumpir
al lenguaraz Chaves, el de Venezuela, con aquel ¿por qué no te callas? que fue
tan comentado en su tiempo.
Le hubiera pedido hoy esas mismas palabras para
soltárselas a la cara a ellos y ellas, los usuarios de los micrófonos
televisivos, y abrir una pausa en sus comentarios interminables. ¡Qué
tortura!... Los realizadores de estas retransmisiones, que gozan del privilegio
de poder dirigirse a los charlistas mediante comunicación interior, deberían
ser inflexibles y gritar por el pinganillo la orden imperativa de silencio.
Cuando la imagen es expresiva… va acompañada de un sonido
que la completa y conseguirían interpretar hasta los niños lactantes, el
comentarista, cuyo cometido no es describir lo que se ve y se oye, debería enmudecer de inmediato.
Me rebelan esas apostillas de los locutores taurinos, “se
echa la muleta a la izquierda”… ¡ya lo estoy viendo!, les grito. O la visión
aguda de los deportivos “recibe el balón…. Chuta a puerta”. Vuelvo a protestar
inutilmente.
La hermosa página audiovisual de esta mañana ha sido
maltratada por quienes estaban llamados a ponerse a la altura de las
circunstancias. Claro que otros les han ganado llevando el esperpento al noble
edificio de la madrileña Carrera de San Jerónimo. Pero aquí me hago caso a mí
mismo y cierro la boca. Los mamarrachos que visten camisetas con letreros
estúpidos y sus colegas de homologables conductas no tienen lugar en este
espacio, pobre pero honrado.
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