Este texto nace adecuado a los días. Estamos en
Noviembre. Entre hojas secas y marcha fúnebre de Chopin. Las dos esquelas son
necrológicas. Y vienen en el periódico. Dice una que falleció Juan Bernabé
Britto y la otra que se publica en memoria de Luis Martínez de Carvajal Rivero.
Conocí y traté mucho al primero. Supe del segundo pero no llegué a relacionarme
con él como hubiese querido.
Con la obra de Britto, una pintura personalísima de la
plaza de San Francisco recreada por el artista como si la contemplara en el
siglo dieciocho me tropiezo todos los días porque el cuadro está colgado en una
pared de mi casa. La visión del pintor me traslada a aquella época y si me paro
a rememorar las circunstancias que concurrían cuando llegó a mi poder me parece recordar la voz de
Juan que entonces firmaba Juan B de Britto y cuyos días han llegado a su fin en
la que era su localidad de nacimiento, Las Cabezas de San Juan, pero no
recientemente sino el 20 de julio del pasado verano.
Juan B. de Britto me regaló el cuadro en prueba de
agradecimiento de una entrevista que yo le había hecho en televisión. A Luis
Martínez de Carvajal no le pude entrevistar nunca como era mi propósito porque
había inventado el Puntomatic y yo que entonces trabajaba en una agencia de
publicidad había recibido el encargo de planificar una campaña para su
promoción.
Detrás de cada esquela late la fidelidad de los seres
queridos. En la de Britto sus hermanos y sobrinos.En la de Martínez de Carvajal
su hija y familia.
Manuel Bellido que dirigía su agencia publicitaria en la
calle General Polavieja, entraba todas las mañanas a afeitarse en la Peluquería
de Berro, abría el ABC por las páginas de las mortuorias y siempre decía lo
mismo:
-Voy a ver quién se ha quitado del tabaco
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