No me meto en las connotaciones políticas e históricas de
la serie de Tele Cinco “Lo que escondían sus ojos”, pero simplemente digo que
no la veo. Que la sintonicé desde el primer capítulo y me pusieron el mando en
la mano para que cambiase de canal. Y es lo que hice.
Ahora, y en el preámbulo de estas líneas, me apresuro a
felicitar a mi compañera Nieves Herrero por haber escrito la novela. Y a Iñaki
Mercero por haber realizado “El tiempo entre costuras” del que bebe la puesta
en pantalla televisiva del nuevo producto como lo
haría un beduino en un pozo perdido del desierto.
Y añado un ruego: que santa Lucía conserve la vista a los
responsables del casting del reparto de actores: Ni Serrano Suñer tenía los
ojos oscuros como los tiene el actor que lo interpreta, ni era tan alto, ni
hablaba de manera tan incomprensible como él.
El exministro de Asuntos Exteriores del general Franco
miraba con ojos poderosamente azules de cuyo color nadie sabía interpretar lo
que escondían (de ahí el título de la novela) era más bajito y disponía de un
rotundo acento castellano en su forma de hablar absolutamente comprensible por
sus interlocutores.
Alfonso Arteseros, al que se debe una de las más valiosas
aportaciones documentales de los complementos de la serie, bien que lo supo
cuando lo entrevistó en su vejez. Los que han tenido en sus manos las
decisiones de rodaje, se han tomado las verdades históricas a beneficio de inventario.
¿Qué importa el falseamiento de lo ocurrido? ¿No lo hacen ya algunos políticos?
Con todo, para mí lo peor es el olvido de los rótulos en
sobreimpresión. Se los deben poner cada vez que aparece el cubano Rubén Cortada
haciendo del cuñadísimo cuando habla para que los telespectadores sepamos qué
está diciendo.
Ya me ocurrió cuando hacía de teniente de la Guardia en
Civil en “Olmos y Robles”. Ahora, con esta superproducción. Pero dicen que está
alcanzando cotas altísimas de audiencia. Probablemente es que me estoy quedando
sordo.
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