Mágica y hermosa noche la del siete al ocho de diciembre.
La de la víspera de la Inmaculada Concepción que, en la escultura inmarcesible
del marchenero Coullaut Valera, sigue desafiando las frialdades nocturnas
presidiendo la plaza del Triunfo.
Allí acuden las Tunas y la ciudad seguidora fiel de sus
tradiciones más queridas. Es noche de canciones y versos para la Virgen sin
mancha con el eco de las frases que acuñaran los siglos.
Por supuesto que ya no es como antes. Los tunos llegaban
a las doce, cuando caían del reloj las campanadas anunciadoras de la frontera
entre los días. Ahora aparecen a la una, pero ya han hecho paradas musicales
delante de los numerosos retablos anunciadores en las paredes de la benignidad
hacía su Madre en la tierra del Dios Altísimo.
El monumento a la Inmaculada es todo un signo, un
símbolo, un recuerdo emocionado de ese incontrovertible hecho histórico: que
Sevilla fue antes que Roma la que proclamara la concepción inmaculada de la
Madre de ese Jesús Niño que ya empezamos a acunar en los belenes caseros antes
de que llegue el gordo Papa Noel y nos deje sin los dulces de los conventos.
Da gusto presumir de sevillano, paisano de Miguel Cid,
aquel modesto autor de versos que, probablemente, ni habría pasado a la
historia ni tendría una calle con su nombre en el barrio de San Vicente de no
haber escrito aquellas letras que se convirtieron en canciones: Todo el mundo
en general, a voces, reina escogida, diga que sois concebida “sin pecado
original”.
Yo no sé tocar ni la guitarra ni la bandurria. No me
puedo ir con la Tuna, pero recuerdo un soneto que escribí y recité cuando pronuncié el Pregón de la Inmaculada en
el recordado Acuartelamiento San Fernando del Regimiento de Infantería, Soria
número nueve.
Da gusto presumir de sevillano
los días que Sevilla es más Sevilla.
Allí cuando, en lo místico y profano,
cordial y generosa, intensa brilla.
El pecho lo sacamos muy ufano
lo mismo cuando deja la capilla
la Virgen sobre paso soberano
que cuando se pasea una chiquilla
vestida por la Feria de gitana.
Mas cuando la ciudad está enjoyada
y luce su belleza mariana
es cuando con azules se engalana
el Día de María Inmaculada
y uno es de Sevilla y de Triana.
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