Mi hija me pone los dientes largos. Es de las primeras
que entra en la Basílica para ver a la Macarena de besamanos. Y luego se va a
la Trinidad. Y más tarde, llega rendida, pero llega, a Triana.
No sé cuándo pero a la Virgen de Gracia y Esperanza y a
la O las ve también. Qué competencia de creatividad cofrade consigue admirar en
estas visitas. Imposible la descripción con palabras. Ella no se arriesga al
empeño. Se sirve de su móvil. Bendito invento.
Los priostes se esfuerzan cada año en superarse con
nuevas ideas y soluciones ideales. Y consiguen el prodigio.
Creo que desde que el apóstol joven cuando ya era viejo,
San Juan, escribiera el Apocalipsis en la Isla de Patmos y desde que San Lucas,
según la tradición, pintara a la madre del Redentor, según se acredita en la
muy turística Iglesia romana de Nuestra Señora de Araceli, nadie ha hecho más
para representarla y ensalzar su hermosura que los priostes de las cofradías
sevillanas.
¡Cuánta distinción! ¡Qué señorío! Y qué desbordamiento de
amor a la Virgen María. Los besamanos son la adoración de la belleza y ésta
cada vez más se asienta en sólidos fundamentos culturales y artísticos. Honor y
aplauso enfervorizado a los componentes de las priostías de estas hermandades.
Con sus esfuerzos consiguen que cada vez más éste sea un
fin de semana que los sevillanos esperamos todo el año para recrearnos en las
escenas palaciegas que crean y nos permiten llegar a los pies de la que es
Reina de Cielos y Tierra y besarle la
mano.
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