Me acuerdo de aquel que fue por vez primera a un
concierto. Tomó asiento antes de que los músicos aparecieran y cuando asomaron
en el escenario y los violinistas iniciaron los acordes previos con sus
instrumentos no quitaba ojo del contrabajo. Hasta que llegó el encargado de
obtener sus sonidos, lo apoyó en su hombro y se sumó al ensayo. Fue entonces
cuando el hombre respiró aliviado mientras exclamaba:
-Así, sí.
Hay un instrumento aún mayor. Creo que el más grande de
todos. El órgano.
El pueblo de Salteras disponía de uno en la iglesia. Lo
había construido el organero antequerano Francisco Pérez de Valladolid y se
instaló en 1764 en la parte central del coro alto sustituyendo a tres anteriores
que habían sonado en el templo desde 1502.
Su mal estado justificó que desapareciera en la segunda mitad
del pasado siglo en el curso de unas obras que se llevaron a cabo para consolidación
y reforzamiento de la estructura eclesial, en la época de Florentino Pérez
Embid como Director General de Bellas Artes.
Los saltereños quieren que el órgano vuelva a sonar
en su Parroquia y a tal fin y por iniciativa de Jesús Ciero, el profesor del
Conservatorio de esta difícil especialización y excelente concertista, se creó
en septiembre del año pasado la Asociación Pro-órgano de Salteras, Apros, para
gestionar el proyecto y su financiación.
Difícil intento. El presupuesto sube a los ciento ochenta
mil euros más el IVA. Pero el entusiasmo de los que se agrupan en esta
asociación no conoce límites.
El año pasado organizaron, entre otros muchos actos para
darlo a conocer, un concierto literario musical en el que revivieron la leyenda
de Gustavo Adolfo Bécquer “Maese Pérez el organista”. Fue durante las Navidades.
En la Iglesia. Este año lo han repetido el pasado sábado en el mismo lugar con
una evocadora ambientación de luces y sombras. A las once de la noche y se
ocuparon todos los bancos.
Me pidieron que me encargase de la lectura del texto y
disfruté lo mío poniendo voz a ese romántico de mi barrio sevillano de San
Lorenzo que fue periodista antes que poeta y escritor y escuchando la belleza
de las partituras elegidas por Jesús para ilustrar musicalmente el encuentro.
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