Menuda faena nos hicieron los compañeros de Madrid a los
de la televisión de Andalucía, del Centro Territorial, sobre los que había
recaído la responsabilidad de la retransmisión para toda España del Santo Entierro
Grande organizado para el Sábado Santo de aquel año.
Lo he contado otras veces. Sin autorización ni aviso
previo se llevaron para un ensayo de la inauguración de la Expo que presidirían
al día siguiente sus majestades los Reyes nada menos que la cabeza caliente que
habíamos instalado delante de la portada del antiguo colegio de San Miguel, frente
a la puerta catedralicia del mismo nombre, con la que pretendíamos recoger los
cortejos penitenciales y los pasos avanzando por la avenida y siguiéndolos hasta
su ingreso en el templo.
Ha pasado un cuarto de siglo. Todavía no se subía al
satélite ni existían los teléfonos móviles. Hoy el desafuero sería un problema
menor. Entonces constituía un auténtico atentado a la deseable calidad del
programa religioso cuyo soporte técnico quedaba seriamente menoscabado.
Constituía, además, una demostración que añadir al
tradicional menosprecio que los profesionales centralistas, ensoberbecidos
desde sus pináculos del cometido que les tocaba desarrollar, manifestaron tradicionalmente
a sus colegas de provincias.
Salimos del brete como pudimos. Hoy, todo esto es
historia. En mi agenda de recuerdos se archivan entre los malos. Pero los
buenos ocupan mayor espacio. La Expo nos legó una urbe mejor. No me atrevo a
comparar su herencia con la que obtuvimos de la anterior muestra
iberoamericana, pero es indudable que ambas contribuyeron decisivamente a la
conformación de la ciudad actual.
En el 92 recuperamos el río... lo cubrimos con puentes
nuevos... convertimos el paisaje lunar de la antigua calle Torneo en una
avenida espaciosa... pasamos de invertir una noche en ir a Madrid en el Exprés a llegar a la
capital en el velocísimo AVE...
Enriquecimos el mobiliario urbano... abrimos una zona
comercial dotada de la más avanzada infraestructura... y, sobre todo,
aprendimos a no impacientarnos ante una ventanilla y a ponernos en cola.
Si yo escribía días pasados de la perdida “cultura de la
bulla”, hoy termino ensalzando la encontrada “cultura de la cola”. Y esto se lo
debemos a la Expo del 92.
1 comentario:
Muy buenas señor Garrido. Soy estudiante de Periodismo en la Universidad de Sevilla. Para mi trabajo final de carrera estoy realizando una investigación sobre la evolución de las radios locales en Sevilla durante las últimas décadas. Me sería de gran ayuda el contar con su preciado testimonio.
Por otra parte, la Expo 92 fue el gran detonante para que Sevilla accediera al nuevo siglo con fuerza. Muy de acuerdo con usted.
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