En lo que llevamos visto del serial taurino de este año en la Maestranza se han producido
dos hechos que son, a mi parecer, muy significativos.
(No sé lo que opinarían al respecto los sesudos
comentaristas que se ha traído Movistar Plus para que analicen la corrida después de su celebración en un set montado
en la plaza con sillones de plástico y ellos con atuendo informal, pero me
importa muy poco)
Los hechos son que, como es sabido, donde está el toro
está el toreo y que, por consecuencia, si no hay toro, el toreo no existe. En
la corrida de Victorino hubo toros. De verdad. De los del doble encaste
Saltillo, Santacoloma que proceden de los Albaserrada que siguen criándose en
Gerena y no los quieren las figuras.
Y hubo toreros. Auténticos. Con valor, entrega y arte. Un
poderoso y dominador Ferrera, un magnífico y valentísimo Manolo Escribano y un
triste Paco Ureña pero de toreo
exquisito y purísimo.Y la plaza se llenó
y el espectáculo que duró tres horas retuvo en sus asientos hasta a los que
estaban citados para el “pescaíto” en sus casetas y habrían de llegar tarde.
El día anterior, López Simón se sorprendió cuando el
respetable que había acogido complaciente el inicio de su faena al último toro
le pitó en el momento en que, tras los primeros pases, el animalito demostró
que no podía con el rabo y el espada se dedicó a gratuitas muestras de valor ante
su mermado antagonista.
Los enemigos de la fiesta no son los antitaurinos, aunque
lo sean, sino los que tratan de
convertirla desde dentro en un espectáculo descafeinado desprovisto de
interés.
Hay otros que son enemigos también aunque no lleguen a
advertirlo. Entre ellos los que para que impartan doctrina a los sevillanos que
no sabemos nada de esto, se traen de fuera a unos señores vestidos de trapillo
de andar por casa y montan un set televisivo con cuatro telones de foro y unas
sillas de camping playa en la misma plaza en la que sus propietarios, los
maestrantes, cuidan hasta el último detalle desde los alguacilillos hasta el
torilero de corbata, chaqueta y gorra de plato.
Y, para terminar: No se cómo se atreven a comentar una corrida
después de haberlo hecho en directo el maestro Emilio Muñoz pleno de
ponderación, experiencia y sabiduría.
Los hay temerarios.
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