Capilla tiene uno. Y
me lo va a prestar. Es un magnetofón antiguo que graba y reproduce cintas
magnetofónicas que giran a tres cuartos y a siete revoluciones y media por minuto de los que utilizábamos los radiofonistas de mi tiempo para llevar a
cabo las grabaciones de música, voz y efectos de sonido.
Capilla, Antonio
Vázquez Capilla en el DNI y en la Asociación de la Prensa, viejo compañero al
que ya me he referido en otras ocasiones, me advierte que cuando vaya a
recogerlo recuerde que estos artilugios mantienen unas dimensiones que pudieran
parecer excesivas si se comparan con las que ofrecen los dispositivos similares
que se manejan hoy y que, en proporción pesan lo suyo.
Recuerdo que, en
aquellos estudios de las emisoras en los que se realizaba esa radio creativa de
mucha imaginación y educadas voces que, por desgracia, se ha perdido, este tipo
de aparatos los manejábamos subidos en reforzados carritos con ruedas parecidos
a los que la Hispano Olivetti recomendaba para sus macizas máquinas de escribir
Contaba Emilio Segura,
otro de los históricos radiofonistas de la época, que, además, fue escritor y
excelente actor de cine y televisión, que el veinticuatro de mayo de mil
novecientos cuarenta y siete, Sebastián
Uribe y Alfonso Contreras- este último compañero también en Radio Nacional de
España, emisora de Sevilla durante muchos años- escribieron una obra teatral
que titularon “Siete pecados” y fue estrenada en Madrid por Ana Adamuz con gran
éxito por su buen estilo y originalidad.
Toda ella giraba en
torno a las flaquezas en las que caía un
invisible protagonista a los que hacían referencia su madre y una chica joven
con la que ésta dialogaba.
El quince de marzo de
mil novecientos sesenta y cuatro se estrenó su versión para la radio con
libreto adaptado por Emilio y las voces de Mariló Naval y Delia Giuli que
grabaron en un magnetofón Phillips como el que he descrito que se manejaba en
el soporte móvil.
Ese día sacudió el
sur de la península un terremoto importante. De los estudios de la emisora en
la calle San Pedro Mártir corrieron a la calle asustados todos los que estaban
de servicio…Menos el carrito que rodó alocadamente sobre el enlosado
acompasando el movimiento telúrico, pero no dejó de emitir.
Al día siguiente se
caían los teléfonos recogiendo la felicitación de los oyentes para aquellas dos
valerosas mujeres que, haciendo gala de unos nervios de acero y de una
profesionalidad ejemplar, habían seguido interpretando la obra mientras la
tierra temblaba.
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