Mi kiosquero pasa de política. “A mí, la política no me
da de comer”, dice. Y evita así participar en las discusiones partidistas. Yo
quisiera ser igual que él, pero me resulta difícil. Es como con el fútbol. Debo ser un bicho raro. Pero no me
apasiona. Sin embargo tengo que soportar el empacho futbolístico que se apropia
de los mejores tiempos de la tele y llena de contenido las conversaciones de
quienes me rodean.
En política observo cómo el PP tiene revuelto el
vestuario y recuerdo el consejo de un santo ejemplar: “En tiempos de
tribulación no hacer mudanza”. Lo recomendaba San Ignacio a sus compañeros
jesuitas.
El consejo no era para disuadirles de que encargasen
alteraciones de mobiliario, sino para que resistieran los embates de los
poderes terrenales.
Parece que los factótums del Partido Popular no son muy
dados a la lectura de los escritos ignacianos. De otra forma no se explicaría
la campaña soterrada y sibilina, que me llega como los manejos de los poderosos
del fútbol para sustituir entrenadores, destinada a conseguir la dimisión de
Esperanza Aguirre, ni la lamentable actitud del PP de Castila la Mancha contra el
ministro Soria, ni la del presidente de Castilla y León contra Mariano Rajoy ni
la de maricón el último de algunos presidentes y de otros dirigentes
cualificados que han cubierto de avergonzada sorpresa al mismísimo presidente
del Gobierno.
Nada de esto conviene a un partido en el que muchos
españoles creyeron encontrar un día la formación política honrada, equilibrada
y sólida que representase sus intereses.
Hay que pacificar el vestuario. Me parece imprescindible.
Aunque me importe un bledo que quiten a uno y pongan a otro porque a mí la política
tampoco me da de comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario