La dedicatoria está en el libro “Sevilla oculta”.
Y dice:…”A nuestro querido amigo José Luis Garrido Bustamante, sevillano y
cofrade por la gracia de Dios, para que, al abrir la puerta de este libro entre
con nosotros y se recree admirando las maravillosas obras de arte que atesora y
conserva esta Sevilla desconocida de los conventos de clausura. Con un fuerte
abrazo. 19.III.84.
La firman tres
nombres, la del hispalense ilustre, artista irrepetible y magistral artífice de
la fotografía, Luis Arenas Ladislao y las de sus hijos y continuadores en el
doble empeño de amar a la ciudad y retratarla, Francisco y Luis.
Dos murieron hace años: Luis Arenas Ladislao, el creador de la dinastía, el
diez de octubre de 1991 y su hijo Paco, repentinamente, el 16 de diciembre de
2011. Ahora nos ha abandonado Luis.
Encontré la esquela en
el ABC del pasado jueves cuando, como todos los días, me asomé, con la temerosa
curiosidad justificada de los viejos, a las páginas de mortuorias.
Guardo otros libros de
Arenas Ladislao “Semana
Santa en Sevilla” que apareció en 1947, “Sevilla eterna”, que vio la luz en
1973 y “Sevilla en fiestas”, antología fotográfica en blanco, negro y sepia que
llegó a las librerías en 1948. Y conservo las páginas del “Pregón gráfico de la
Semana Santa”, que, del ocho al dieciocho de marzo, publicó ABC en 1978.
Esto fue lo que hizo Luis Arenas, padre, y enseñó hacer a sus
hijos: anticiparse a la difusión gráfica del arte, la historia y las costumbres
de Sevilla.
Tuve la suerte de que ese trío de excepcionales magos de la
fotografía solicitase mi colaboración y así de alguna manera participe del
éxito que obtuvieron con la proyección en las más importantes capitales de
España del audiovisual que dedicaron a las fiestas de primavera narrado por mí
en los estudios de Radio Nacional y montado por Antonio Vázquez Capilla.
Inolvidables fueron aquellas reuniones nocturnas en el patio
de la casa de la familia en la calle Marqués de Nervión para asistir al estreno
en proyección privada de aquella obra, precursora de las que llegaron después
nutriéndose del desarrollo de las técnicas audiovisuales.
Luis no era tan extrovertido como lo fueron su padre y su
hermano Paco. Le recuerdo, siempre amable y obsequioso, con una cierta sonrisa
triste, como si quisiera hacerse perdonar sus éxitos.
Gran conocedor de esta ciudad que margina en vida a muchos de
sus mejores hijos, de su padre había heredado también la caballerosa postura de
la indulgencia.
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