Le doy la vuelta
versallesca al titular de un artículo que me dedicó hace unas fechas en las
páginas del Correo de Andalucía Víctor Manuel García Rayo y así encabezo este
mío a modo de respuesta.
Cuando lo leí me
dispuse rápidamente a darle las gracias y marqué el número que tengo de su
teléfono móvil, pero recibí unos extraños sonidos que me hicieron suponer que,
o había cambiado o estaba lejos y entonces colegí que se hallaba en Roma junto
a los mil doscientos peregrinos que han asistido a los actos de canonización de
Madre María de la Purísima.
No era así, pero casi
acierto. Víctor se encontraba en su puesto habitual, ante las cámaras y
micrófonos de la tele del Correo comentando el acontecimiento. Son sus tres
dimensiones. Es un periodista que domina la locución improvisada como pocos, que
sabe estar ante las cámaras con naturalidad y, además, que escribe muy bien.
Naturalmente el
artículo al que me refiero me ha gustado mucho, pero lo bueno es que ha
agradado más a la gente de mi entorno que se ha apresurado a divulgarlo en alas
de esos elementos mágicos de transmisión que aportan hoy los sistemas de comunicaciones
móviles, ante los cuales mostramos nuestra torpeza los que conjugamos el verbo
jubilar o mettere in pensione que dirían los italianos.
Por si fuera poco
Víctor es un redactor intuitivo que
acierta cuando imagina. Las películas que supone que veo o los versos que me
agrada releer son ciertos. Tan verdaderos como otros muchos aspectos de su
texto delicioso que alcanza indudables cumbres expresivas cuando se refiere a
mi hermandad del Calvario.
Gracias amigo,
compañero. De corazón. Aunque no sé si es oportuno recordarte esa víscera
cardiaca que tantos sustos te ha dado tal vez porque tú la obligas demasiado a
empujarte la pluma o la voz.
Un abrazo.
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