No me ha sorprendido.
Esa feliz idea de poner iluminados los tesoros del arte y la historia de siglos
de nuestra ciudad a la vista de todos los que han acogido con entusiasmo la
invitación me confirma la esencia de la urbe donde he nacido.
La noche, conquistada
por el alcohol, la droga y el desprecio a la convivencia, ha recuperado su
sentido de armonía con estas larguísimas colas formadas no ante los puestos de
venta de cervezas y otras cosas más que me callo, sino ante los vestigios de la
tradición y los monumentos de la cultura.
No se ha destapado la
botella, sino el ansia de saber y el recreo ante los tesoros del arte.
Recuerdo cuando la
movida nocturna del niñateo llegó a invadir la plaza de la Gavidia y
desapareció como por ensalmo al abrirse una librería en una de sus esquinas.
Puede que los guardias hicieran bien su trabajo y que el Corte Inglés moviera
sus hilos poderosos, pero, para mí, que la causante de la desaparición fue la
librería.
Miles de sevillanos
han participado en ese centenar de propuestas culturales en esta cuarta edición
de la iniciativa. Pues, si se hiciera una lista para participar en la quinta,
ya habría muchos que estarían pidiendo número.
Y yo con ellos.
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