Estoy hecho un lío. No me salen las cuentas. Para mí que
la Cabalgata de Reyes Magos del Ateneo cumple cien años el año que viene.
Siempre he creído que la primera desfiló por las calles de Sevilla el 1918 y,
si no se me ha olvidado restar, los cien cortejos, luminosos y benéficos, de
sus majestades orientales alcanzan la centuria cuando transcurran doce meses
más.
Por si mi memoria fallase me he ido al libro que publicó
la Docta Casa “El Ateneo de Sevilla y su Cabalgata de Reyes Magos” donde
efectivamente confirmo el dato en la página 21 y encuentro reiterada la
confirmación en la 47 en la que, además, leo... “nace en 1918, el año en que
acabaría la primera guerra mundial, el año de los primeros manifiestos
ultraístas y dadaístas”.
Nicolás Salas en su “Sevilla, crónicas del siglo XX”
publicado por la Universidad, recoge los nombres de quienes encarnaron a los monarcas
en aquella ocasión: Melchor, Jesús Bravo Ferrer; Gaspar, José María Izquierdo.
No consta quien hizo de Baltasar, pero el dato lo aporta el periódico El
Liberal, diciendo que era un sirviente de color del Teatro Llorens.
Año más, año menos, poco importa. La Cabalgata que luego
ha tenido numerosos imitadores sigue siendo patrimonio de la ciudad y obra
espléndida de su Ateneo y de los hombres y mujeres que dedican sus esfuerzos
durante todo el año para alcanzar el feliz resultado del que puede ser adecuado
paradigma el conseguido en esta reciente edición.
Me viene a la memoria uno de los hombres que consagró todo
su tiempo libre a tan generoso menester. El desaparecido y siempre recordado
urbanita de San Lorenzo, Diego Lencina a quien encontré más de una vez en los
meses veraniegos cruzando la plaza de la Gavidia a mediodía.
Yo me retiraba a
mi casa al final de la jornada. El se dirigía al Ateneo a trabajar para la
Cabalgata. En Julio y en Agosto. Con toda la calor.
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