HABLAR MAL PARA SER COMO LOS DEMAS
...
Me asaltaba la sospecha de estar perdiendo audición progresivamente
porque por más que subía el nivel de volumen del mando a distancia no conseguía
enterarme de los diálogos de los personajes de las series televisivas.
No es que yo sea un experto en esto de los manejos de los
nuevos instrumentos audiovisuales. Ni que los elementos de técnica doméstica de
que me sirvo estén obsoletos. Simplemente que no me enteraba y mi consuelo era que a quienes se
hallaban a mi lado les ocurría lo mismo.
Una y otra vez venía a mi memoria la anécdota de aquel
Tenorio que se representaba en el fenecido Teatro San Fernando cuando al don
Juan que interpretaba un actor catalán con acento ampurdanés y recitaba aquello
de “llame al cielo y no me oyó” le repuso una voz desde el gallinero “lo
escuchó perfectamente pero no entendía lo que estabas diciendo. Habla claro,
corazón mío”.
Eso era lo que sucedía con mis oídos.
Los actores y actrices que ocupaban la pantalla se movían
con soltura y convicción interpretativa, pero hablaban para dentro de su ser,
dando la impresión de que su naturalidad consistía en eso.
Dudo mucho que alguno haya pasado por un Conservatorio
donde impartan clases de recitado y declamación.
El otro día tuve ocasión de confirmarlo cambiando impresiones
con un reconocido excelente actor de teatro y televisión.
--A mí, me dijo, me prohibieron en un rodaje que hablase
bien, debía adaptarme al modelo de los demás. Pronuncian mal y siempre hablaran
así, pero tienen muchos seguidores en las redes sociales. Por eso los
contratan.
Debe ser así.
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