lunes, 25 de julio de 2022

 

HABLAR MAL PARA SER COMO LOS DEMAS

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Me asaltaba la sospecha de estar perdiendo audición progresivamente porque por más que subía el nivel de volumen del mando a distancia no conseguía enterarme de los diálogos de los personajes de las series  televisivas.

No es que yo sea un experto en esto de los manejos de los nuevos instrumentos audiovisuales. Ni que los elementos de técnica doméstica de que me sirvo estén obsoletos. Simplemente que no me  enteraba y mi consuelo era que a quienes se hallaban a mi lado les ocurría lo mismo.

Una y otra vez venía a mi memoria la anécdota de aquel Tenorio que se representaba en el fenecido Teatro San Fernando cuando al don Juan que interpretaba un actor catalán con acento ampurdanés y recitaba aquello de “llame al cielo y no me oyó” le repuso una voz desde el gallinero “lo escuchó perfectamente pero no entendía lo que estabas diciendo. Habla claro, corazón mío”.

Eso era lo que sucedía con mis oídos.

Los actores y actrices que ocupaban la pantalla se movían con soltura y convicción interpretativa, pero hablaban para dentro de su ser, dando la impresión de que su naturalidad consistía en eso.

Dudo mucho que alguno haya pasado por un Conservatorio donde impartan clases de recitado y declamación.

El otro día tuve ocasión de confirmarlo cambiando impresiones con un reconocido excelente actor de teatro y televisión.

--A mí, me dijo, me prohibieron en un rodaje que hablase bien, debía adaptarme al modelo de los demás. Pronuncian mal y siempre hablaran así, pero tienen muchos seguidores en las redes sociales. Por eso los contratan.

Debe ser así.

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