REFORMAS NECESARIAS EN LA FIESTA DE LOS TOROS
Si en una tarde calurosa pedimos a los toreros que vistan
trajes bordados ajustados al cuerpo y que ejerzan su profesión con elasticidad
de atletas, a todos los demás que componen la plástica del festejo tenemos que
exigirles lo mismo.
Y que se adapten a la liturgia de la corrida con estricta
observancia al legado histórico.
Los alguaciles no pueden ser dos caballistas ocasionales
con monturas disparejas. Ni el torilero vestir traje corto andaluz tocado con
sombrero ancho, aunque el operario haya nacido en la Ribera del Jarama, ni las
mulillas ser un tronco de mulas indómitas con gualdrapas arrugadas y sus
servidores lucir en la ropa de faena con la que aparecen en la plaza “Mulillas
El Chinche”. (No es invento. Lo anoté en el
curso de un festejo taurino que transmitía una televisión autonómica).
No sé quién tiene que poner coto a estos desmanes. Los
políticos ya se sabe. En cuanto pudieron metieron sus manos en los reglamentos
taurinos que hoy vuelven locas a las cuadrillas y se reservaron en las plazas
los mejores sitios para ellos y sus familiares, amén de los amigos del partido.
Hay instituciones creadas en defensa de la Fiesta y
personajes serios y solventes que trabajan en su seno.
Yo apelo a la iniciativa privada. Con cuatro perras se
monta un servicio de alguacilillo, torilero y cuadrúpedos de arrastre y a ganar
dinero.
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