Casi cuarenta años han pasado. Y hemos cambiado una
barbaridad. Aquel domingo, 21 de junio de 1982, cuando se constituyó el primer
Parlamento con el que los andaluces alcanzábamos el último hito de nuestra
tenaz movilización para conseguir la autonomía en plenitud de derechos dentro del
marco constitucional, hacía un calor tremendo.
Y, como la técnica
audiovisual aún no había alcanzado los adelantos que llegaron después, las
cámaras necesitaban mucha luz con lo que, en el Salón de Tapices del Alcázar de
Sevilla donde tuvo lugar el hecho histórico, hubo que instalar numerosos focos
que, al encenderse, aumentaban el termómetro de forma algo aterradora
Mis recuerdos de aquel día giran en torno a este
sofocante calor. Porque yo estuve allí: Fui el único comentarista de televisión
que tuvo el trascendental acontecimiento. Y describí en directo toda la ceremonia
en su integridad, al hilo de lo que me iban mostrando las imágenes, sin
necesidad de guión previo.
El espacio de este salón, ubicado en el conocido como Palacio de Carlos Quinto se halla cerrado
por paredes cubiertas totalmente por los tapices de los que procede su nombre.
Los que ideara y abocetara el holandés Van der Goten que fueron llevados
a los tupidos paños bordados describiendo
gráficamente las hazañas guerreras del monarca emperador en su campaña mediterránea contra el Islam.
Esta fue la primera sede de la Cámara representativa de
la voluntad democrática del pueblo andaluz.
Nada que ver con el monumental edificio cargado de
historia que la acoge hoy, el antiguo Hospital de las Cinco Llagas en cuya
espaciosa capilla se halla ubicado el hemiciclo.
En la primera ocasión, todo era improvisado. Hasta el
lugar donde su ubicó la presidencia. Precisamente delante de un gigantesco
tapiz que hoy, con los problemas de Cataluña, adquiere un especial significado.
Se desprende del comentario periodístico que, al recordar
el hecho un año más tarde, hacía El País en su edición del 20 de junio de 1983:
“Por un capricho del destino, el Parlamento Andaluz echaba a andar entre escenas
de cristianos matando moros y presidido por el Montjuich y el Tibidabo, pues
Carlos V partió de Barcelona para su campaña y a esa salida corresponde el
dibujo del tapiz colocado en la pared del fondo detrás de la presidencia”