EL LLANTO CALLADO DE LOS ANCIANOS
...
Los veo a mi lado. Los siento en su caminar lento y silencioso arrastrando los pies sobre las
losetas como costaleros de un paso de cristo.
Son los viejos de hoy. Los jubilados de pensión escasa
con ahorros de toda una vida de trabajo y esfuerzo invertidos en pequeñas
propiedades inmobiliarias que temen habrán de malvender para seguir tirando.
Vienen de una sociedad que les parece más justa que esta
que han alcanzado a vivir y no les
importaría mucho haberse quedado en el camino. Tienen la amarga sensación de
que todos se aprovechan de su fragilidad. Los bancos no les retribuyen los
dinerillos depositados en ellos. Les suben los servicios públicos, la luz, el
agua...Les aumentan los impuestos con una voracidad imparable que ni siquiera se detendrá cuando ellos desaparezcan.
Su dignidad les obliga a mantener la cabeza alta
intentando recuperar un rasgo que identificaba a los mayores de su niñez: la
gravedad. A veces lo consiguen.
Continúan llorando en silencio.
Les oigo cuando les veo y temo que me contagien su
tristeza.
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