viernes, 7 de septiembre de 2018

REQUIEN POR LA TELE DEL CORREO



Se confirmaron los peores augurios. La Tele del Correo ha dejado de existir. Ha sido como el final de la vida de esos enfermos de los que todos aprecian que están graves pero cuyo desenlace final no se sospecha próximo. Mueren porque se cansan de la existencia, porque no luchan, porque tiran la cuchara.

El grupo de comunicación Morera y Vallejo, que gestaba la emisora y que hasta ahora tenía una licencia de televisión en régimen de alquiler, presentó al concurso público convocado por la Junta de Andalucía nueve proyectos para otras tantas licencias de televisiones locales en distintos puntos de Andalucía.

Sus nueve propuestas no fueron analizadas por la mesa técnica de evaluación de la Dirección General de Comunicación Social de la Junta ya que incumplían un punto de las bases de la convocatoria que era motivo directo de exclusión.

La Junta hizo pública la  relación de licencias concedidas y naturalmente la del Correo no se encontraba en ella.

Tendría que haber cerrado pero no de forma inmediata. Por medio estaba el recurso judicial impugnando la exclusión. Sin embargo el pasado 31 de julio la empresa decidió interrumpir las emisiones y la cadena se fue a negro.

A renglón seguido el grupo de comunicación despidió el pasado día cinco a siete de los nueve trabajadores con los que contaba  lo que confirma su cierre definitivo.

Los despedidos percibirán una indemnización de veinte días por año trabajado, según las cartas individuales que se  les ha entregado .Solo continúan dos de ellos, Víctor García Rayo y el realizador Jorge Jiménez para intentar la venta de las imágenes del archivo.

Hacer una televisión de programación diaria con solo nueve trabajadores fijos manifiesta la sólida preparación, la  versatilidad y el espíritu de equipo de todos ellos. Cerrar fríamente una televisión así es un ejemplo de dureza empresarial incomprensible.

Este pequeño grupo de hombres y mujeres jóvenes  que han llevado a las pantallas de los televisores el latido de la ciudad merecía otro trato. Y Sevilla, también.

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