viernes, 30 de septiembre de 2011

¡Pobres abueletes!

Las manos a la cabeza hay que echarse ante la dureza de los recortes que ha impuesto a sus conciudadanos el Gobierno Catalán.

Si continúa siendo cierto eso de las barbas del vecino, la tembladera es de fiebre de cuarenta y el único antídoto es que el señor Mas, que a partir de ahora debería llamarse el señor Menos, afortunadamente no habrá de gobernarnos al resto de los españoles.

Es inquietante el nivel de desprotección que está alcanzando la ciudadanía ante la golfería y el despilfarro de quienes la conducen a lomos de decisiones caprichosas y posturas egoístas solo encaminadas a beneficiar a los que les mantienen en el machito.

Para atender sus demandas existe en el país, por ejemplo, ese número aterrador de empresas públicas deficitarias y de consulados y embajadas de cuya creación fue el inefable Carod Rovira esencial propulsor que, si desaparecieran, suavizarían notablemente los desequilibrios de las finanzas sin necesidad de meter la mano en el bolsillo de los de mayor edad.

Llegue usted a viejo para esto.“Los ancianos y los niños primero” ordenaba el capitán a bordo de la nave que se hundía. Mas ha gritado lo mismo, pero ensartando la tijera y corriendo tras los vejetes con espíritu asesino.

Cerca de cuarenta y ocho millones de euros deben las empresas públicas. Eso es una barbaridad. Y Mas debe saberlo porque muchas son catalanas. ¿Por qué no empezar por ellas?... El Gobierno balear se ha propuesto eliminar noventa y dos. No parece gran cosa, pero el ahorro supone ciento quince millones y la medida es un ejemplo para los gobernantes que a la hora de imponer recortes solo se fijan en los más débiles.

En estas circunstancias imagino que el Inserso habrá suspendido sus ofertas de viajes por las playas y las capitales catalanas. Lo contrario supondría declararlas desplazamientos de alto riesgo.

Porque está visto que en esta Cataluña que cada vez se entiende menos, sobre todo cuando Mas deja de hablar en catalán, no se puede ser ni viejo ni torero.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Horas de tele

Como los telediarios de las diferentes televisiones, oficiales y privadas, cada vez se parecen más entre sí, a algún genial directivo recién incorporado al staff de las decisiones, se le ha debido ocurrir la peregrina idea de levantar a los presentadores de los asientos que siempre ocuparon paseándolos por largas pasarelas.

Una auténtica faena a las caras bonitas y los bustos esculturales de las locutoras con piernas feas. De pie no se mostró nunca mas que al hombre del tiempo, desde aquel Mariano Medina del que malévolamente se contaba que lo sorprendió un día un enfurecido marinero entrando en el plató con una astilla en la mano increpándole a voz en grito “¡Con que marejadilla en el Cantábrico, eh!”.

Suceso imposible porque don Mariano era un meteorólogo tan excelente como Julio Marvizón en “Telesur”.

Pasando por encima de la postura equidistante e imparcial a que me obliga mi pertenencia antigua al mundo televisivo, no puedo evitar algunas observaciones destinadas a completar este movimiento innovador:

Debería evitarse toda presunción personal. Me decía un concejal de no se qué sitio al que acababan de nombrar delegado del Servicio de Extinción de Incendios:
“Esta claro que si me dicen que se está quemando la torre de la iglesia yo cojo a mis bomberos y los mando rápidamente a sofocar el fuego”
Hacía un cuarto de hora que había recibido el nombramiento y ya los bomberos eran suyos.

Me acuerdo de esto siempre que la presentadora de turno avisa desde la pantalla. “Y ahora, unos minutos de publicidad. No me dejen, por favor” o “Antes de empezar les voy a resumir los temas que traigo hoy”…
Ni se va ella. Ni trae ella solita nada de nada. Los programas los hacen los redactores, los técnicos, los colaboradores diversos…mucha gente que no se ve además del presentador o la presentadora que ponen la carita ante las cámaras y que, por ello, jamás deberían dirigirse a los telespectadores en singular.

Otra cosa más:Los comentaristas de las transmisiones en directo deberían ponerse siempre en el lugar del público receptor y no describir lo que éste ve ni mencionar lo que está oyendo.

Suele ser habitual que el locutor que describe una corrida de toros cuando salta el pasodoble si, como por desgracia sucede, ignora el título de la partitura, supere su ignorancia diciendo “suena la música”.

La frase como puede comprenderse es absolutamente imprescindible para tranquilizar a los telespectadores que se puedan preguntar qué es ese ruido.

Son meras opiniones.Los jóvenes y dinámicos ejecutivos no me harán ni puñetero caso.Me da igual. Me inquieta mucho más que mi nieta haya escondido el mando y ahora no recuerde dónde lo ha puesto.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Campos de soledad.

A las ocho sonaban las sirenas. No eran los aullidos de las ambulancias. Ni las alertas de la proximidad de los patrulleros de la policía. Se trataba de las sirenas industriales que atronaban el aire anunciando la entrada de los obreros en las fábricas.

Se oían hasta en la plaza de San Lorenzo. A las puertas del templo del Señor del Gran Poder. Porque había fábricas y talleres importantes en la cercana calle Torneo y en San Vicente… y hasta en Teodosio.

Hoy no queda nada de eso. La trompetería ululante que anunciaba el comienzo del turno laboral no existe. Nadie entra al trabajo porque no lo hay. Los únicos que tienen un puesto son los políticos, pero no necesitan sirena. No tienen que picar. Y faltan a sus obligaciones cuando les da la gana.

Viendo la televisión estaba yo en los momentos inmediatamente anteriores a sentarme ante el ordenador y se me ha quedado en la retina la imagen desoladora del hemiciclo vacío que recogían las cámaras en la transmisión directa desde el Congreso. Se debatía ese impuesto imperfecto (lo dice hasta Rubalcaba) del patrimonio. Nueva carga fiscal para unos inexistentes ricos porque los ricos se han ido de España o se han quedado en ella, pero se saltan el tributo a la torera protegiendo sus dineros en sociedades anónimas o en esas inexpugnables Sicavs.(Sociedades de inversión de capital variable) contra las que no puede el Fisco.

Hablaba Rosa Díez. Escuchaba una hierática Ministra de Economía escondiendo el rubor que probablemente le producían las palabras de la oradora en una forzada sonrisa. Y el vacío era terrorífico.

Ya ni los que viven del presupuesto van a trabajar. Por eso no hay talleres ni fábricas cerca del barrio de San Lorenzo. Ni en los pueblos donde antes los había. Antonio Burgos lo recordaba el otro día en su Recuadro de ABC. Vino este verano en un tren desde Córdoba a Sevilla por la vía antigua. Y le dio pena ver el paisaje que se ofrece por Posadas, Palma del Río, Peñaflor, Lora, Los Rosales, La Rinconada…fábricas cerradas, azucareras abandonadas y en ruinas, silos antiguos, inservibles… factorías como la de azulejos de Peñaflor, clausuradas…

Inevitablemente me acordé de los versos de Rodrigo Caro: “Estos, Fabio, ay dolor que ves ahora, campos de soledad, mustio collado, fueron en tiempos Itálica famosa”

lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Así quién va a querer ser empresario?

Este zarandeo del Euro, acaparador de noticias alarmantes y en gran medida incomprensibles, está sacando a la luz realidades incómodas en la sociedad del momento.

La preocupación alcanza los portales de nuestras casas cuando los riesgos desbordan las economías próximas y nos amenazan directamente. Las empresas cierran. El paro aumenta. Los desempleados han dejado de ser ciudadanos desconocidos para convertirse en amigos y familiares. Y no se atisban signos claros para salir de esta situación cuya solución debería trasladarse sin demora desde las esferas oficiales a las privadas

El diario The Washington Post se ha detenido el pasado fin de semana en analizar la alarmante pasividad hispana actual que abandona la postura emprendedora, en gran parte cansada de soportar pacientemente la espiral de dificultades que se ve precisado a afrontar todo aquel que quiera poner algo en marcha. fuera del empleo público.

La consecuencia es que España necesita imperiosamente dos cosas: fomentar el espíritu empresarial y liberarse de los obstáculos burocráticos. Pero a nada de ello se están dedicando los gobernantes del momento empeñados en un batiburrillo teatral de declaraciones y posturas

Sonroja recordar el conocido estudio del Banco Mundial sobre la facilidad para crear empresas en 183 países, en el que el nuestro ocupa el puesto 147. Y aumenta esta sensación vergonzante comprobar que mientras en Francia o Portugal los tramites para crear un negocio duran entre siete y ocho días, en España llegan a los 47, es decir a más de mes y medio.

Y es que, como dice un amigo mío que ha dejado de ser un modesto empresario de la construcción para instalar un almacén de chatarra:

“Lo malo es que el que se coloca en una oficina pública no solo vive de los impuestos sino que, encima, quiere hacer algo”

jueves, 15 de septiembre de 2011

Salas llevaba razón.

Y la sigue llevando. Salas es Juan Salas Tornero, presente en la actualidad en los puertos de atraque en donde echa sus amarras la Nao Victoria y sentado siempre en alguno de los sillones doctorales del magisterio cofrade.

Cuando llegó la noticia de que al Cardenal Arzobispo Carlos Amigo lo iba a sustituir en la Sede Hispalense Monseñor Asenjo, departía en una reunión de asistentes a una recepción social y dijo como frase conclusiva y elocuente “otro señor al que hay que enseñarle de qué va esto”.

Yo hablaba mucho con Juan Salas cuando ambos abandonábamos brevemente nuestras tareas profesionales que desarrollábamos en despachos próximos para desayunar en la desaparecida Cafetería America y se de su ponderación y de su acierto, tal vez no suficientemente comprendidos en su Hermandad de las Siete Palabras.

La frase la consideré acertada y el tiempo me viene confirmando mi opinión. Siempre ha sido así. Es cierto que resultaría esperpéntico que la Jerarquía Eclesiástica tuviese que realizar un cursillo de comprensión de las cofradías antes de tomar en sus manos el báculo del pastoreo arzobispal pero no sería inadecuada decisión dejarse aconsejar por expertos en vez de por clérigos obedientes y sumisos.

En pocos sectores del laicado actual, y me atrevería a decir que en ninguno, va a encontrar la Autoridad Eclesiástica un mejor clima de comprensión y deseos participativos. Y no están las cosas como para permitir enfrentamientos y disensiones.

En los corrillos cofrades y hasta en la prensa cuando aborda el tema de las hermandades circula el comentario del control que don Juan José quiere establecer para el nombramiento del pregonero. Se especula con que su actitud puede estar motivada en la confidencia que hizo el que no solía ir a Misa. Yo creo que viene de atrás. Cuando desde el escenario del Maestranza le lanzaron inconvenientes dardos que hirieron su sensibilidad.

Esto significa que su postura puede disponer de los avales de la lógica, pero modestamente, me parece que debe meditarse a la luz de la larga historia de las cofradías sevillanas y sus relaciones con la mitra, postura que haría innecesaria la recomendación de Salas aunque en modo alguno habría de desposeerla de su veterana sabiduría.

martes, 13 de septiembre de 2011

Catalanes hartos de coles

No. No voy a ir a Barcelona a la corrida de José Tomás.No me considero ni “tomasista” ni “antitomasista”, pero sí me he apartado siempre del flagelo personal.

La Feria de la Merced de Barcelona, como ya dije en este mismo Blog, alumbra en mi memoria esos gratos recuerdos de la ciudad perla del Mare Nostrum y puerta de Europa orgullosa de su cultura, hospitalaria y seductora.

Nada que ver con la que se dibuja tras la publicidad desatada por el evento taurino:
“Domingo, 25 de septiembre de 2011 a las 18:00 horas
Plaza de Toros Monumental
Es muy probable que José Tomás sea privilegiado protagonista de la última corrida que se celebre en Catalunya. ¿Vas a perdértela? El torero del momento, el maestro de maestros en la histórica plaza Monumental. Hazte con tu entrada ya”

¿Para presenciar en “Catalunya” el acto fúnebre de la ejecución de la condena a la Fiesta Nacional?.

Pues, no. Aficionado soy, masoquista, no. Y Cataluña está como para salir corriendo. Hasta los catalanes, más catalanes lo dicen ya en público y en privado. La minoría se impone sobre la mayoría y el veneno de las ideas partidistas se derrama desde el borde de la desinformación.

No es que unos desconocidos prendan fuego a la bandera de España y a la foto del rey, sino que familias abiertas por mitad viviendo una parte allí y otra en Andalucía se enfrenten irreductiblemente porque se queje la facción catalana de que le paga los impuestos a la andaluza.

Así no es extraño que el presentador del informativo matinal, el periodista Manel Fuentes, mantuviera en la emisora de la radio pública catalana una agria conversación con el catedrático de Economía, Vicenç Navarro que ha sido extraordinariamente censurada en las redes sociales.

Ni tampoco puede extrañar que economistas de prestigio como Mikel Buesa persista en la opinión que publicó en “La crisis de la España fragmentada” afirmando sin paliativos que “si Cataluña se independizara, su PIB caería un 25 por ciento.”

Son realidades que los políticos catalanes del momento no quieren ver y que los catalanes hartos de inexactitudes ocultan cada vez menos, aunque se perfile muy alejada esa tarea de recuperación que proclame la falsedad de los totalitarismos separatistas y restablezca la verdad histórica libre de odios y manipulaciones.

viernes, 9 de septiembre de 2011

La incomunicación de la comunicación.

Hay que decir eso de “¡Ay si los antiguos levantaran la cabeza!”. Cansados de comprobar por uno mismo que nos hallamos en esa aldea global ante la que los teóricos de la información se doblaban en versallescas alabanzas y que no transcurre día alguno sin que nos roce la oreja una ráfaga de ametralladora destinada a los leales a Gadafi ni serene nuestro ánimo la voz suave del Papa Benedicto que fluyen de la pequeña pantalla, nos decepciona que no podamos hablar con nuestros familiares más cercanos por culpa de unos endiablados cacharritos que ahora han dado en tener siempre en las manos.

Creo que les llaman Tablets o i Pad o Smarts Phones o ¿qué se yo?... Todavía no he aprendido a sacar todo el rendimiento que puede darme mi móvil y ahora me encuentro con eso. ¡Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad!

Ignoro si dentro de cada juguete se esconde un chino o si es un soplo diabólico el que alienta la multiforme respuesta que ofrecen a quienes se consagran a su manejo; pero sí padezco una consecuencia amarga y lamentable: desde que estos chismes han entrado en mi casa hablo menos con mis hijos y, no quiero decir, con mis nietos.

Hasta no hace mucho mi competidor para mantener una charla con ellos se centraba en el televisor. Ahora también en estos artilugios que son más reducidos y, por lo tanto, más personales, y que pueden establecer contacto con el mundo mundial, pero que, fría y desabridamente, están rompiendo las amarras que me anclaban a mis seres más cercanos.

¡Menos mal que mis amigos de toda la vida, mis conocidos de Internet y mis nautas compañeros en las singladuras de esta bitácora me han manifestado su tranquilidad y satisfacción cuando han conocido que mi ausencia de ella este verano se ha debido a causas naturales!

¡Qué Dios os lo pague!. En el mundo contradictorio de la comunicación incomunicada una palmadita en la espalda se agradece.

¡Y de qué manera!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Aquel no era mi septiembre

Ese que, por lo que se ve, ha quedado atrás: el mes de los cominitos del veraneo, el que prolonga agosto con ardores de sol que aconsejan el lenitivo de la playa, pero que se había vestido de otoño anticipado haciendo sonar en el cielo el retumbe del bombo de los truenos y mojándolo todo con la prisa de un aguacero novembrino, ha seguido embutiéndose en el bañador y abultando el pecho escuálido para que le miren las adolescentes que abandonan provisionalmente la cercanía de las olas para presentarse a los exámenes de recuperación.

Yo les escribí una vez un verso que empezaba diciéndoles “Han vuelto las niñas guapas – las que fueron a la playa --- y están las calles con ellas – llenas de culitos granas… “

Hace tiempo de eso. El papel arrugado con garrapateo de otros presuntos poemillas de juventud ha llegado a mis manos arreglando unos cajones. Era la época en la que voluntariamente elegía el mes para mi reglamentario ciclo de vacaciones en la radio. A la emisora le salía barata mi ausencia porque sabía que me iba a Barcelona al Festival del Mediterráneo en el que grababa crónicas y reportajes destinados a mis programas de otoño.

Afortunadamente el señor Mas aun no había llegado ni ninguno de esos integrantes de su cuadrilla catalana separatista, amenazantes opositores de eso que le llaman la inmersión lingüística, en tanto que sumisos cultivadores del idioma de Cervantes cuando nos piden dinero al resto de los españoles.

Barcelona era la ciudad cautivadora que cantaba José Guardiola, (¿ o era Jorge Sepúlveda?) con la letra del bolero antiguo: “qué bonita es Barcelona – perla del Mediterráneo” y que sigue siendo así por encima de coyunturales opciones partidistas, cuyos autores no son capaces de medir el daño que le hacen.

Aquel era mi Septiembre. El que ha vuelto tras los sustos climáticos de los primeros días. Entonces me senté ante el ordenador y dije que retornaba yo también. Y luego me ausenté. Con una explicación que me apresuro a dar para justificarme: Cuando fui a colgar el texto siguiente en este Blog me encontré con que se había modificado y, como, según afortunada expresión de un amigo, uno no está ya para aprender, sino para olvidar, lo aparqué hasta que alguien me introdujera en el arcano de las nuevas normas.

Puede suponerse que ha sido así, de manera que me `presento otra vez y ahora confío que con continuidad.

¡Hasta luego!

jueves, 1 de septiembre de 2011

El reencuentro.


En una ocasión en que llevaron a Joaquin Carlos Lopez Lozano, a la sazón director de ABC, presidente de la Diputación y no se cuantas cosas más en aquella Sevilla de la mitad del siglo veinte a una radio recién creada y le hicieron una larga entrevista, a su término le preguntó al entrevistador, “¿Usted cree que esto lo ha oído alguien?”…

Esa es la terrible interrogante que uno se formula siempre cuando termina una alocución ante un micrófono radiofónico y la misma que me sacude ahora cuando reanudo estos escritos para ser colgados en mi bitácora tras ser interrumpidos el diecisiete del pasado Junio.

Callado me he mostrado desde entonces. No escondido ni ocioso y dedicando todo mi tiempo a la redacción de la segunda parte de la novela que publiqué la primavera pasada y que ya, según me anuncia Guadalturia, la empresa que la difundió, va por la segunda edición.

Con este nuevo trabajo amenazo, pues, a quienes puedan tener la paciencia de seguirme y no digo a partir de cuándo porque esa es materia que reservo a mi sufrido editor.

No está bonito eso de despedirse a la francesa, me apresuro a afirmar en mi descargo y menos cuando el contador de visitas alcanza el capicúa 72,027. La verdad es que no reparé en ello hasta pasados unos días de haber puesto el punto final al último escrito y ya seguí cómodamente instalado en el precipitado ciclo vacacional que ahora voluntariamente finalizo.

El patio al que me asomo está movidito y alentador y, como el de mi casa, es muy particular: cuando llueve se moja como los demás. Abro el paraguas que me pueda proteger de las merecidas reconvenciones motivadas por mi actitud y mojado como una sopa por la lluvia verdadera que hoy empuja al otoño para que anticipe su llegada, les saludo con la cascada voz del recordado Fofito: ¿Cómo están ustedes?...